El lobo de Wall Street

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Nunca es suficiente

Jordan Belfort fue uno de esos agentes de bolsa que durante los ochenta vivieron el sueño americano. Pero no ese que se construye en base a grandes ideas y mucho esfuerzo, sino aquel que se logra aprovechándose de los más débiles, y donde el fin justifica los medios. Tal vez el más americano de los sueños.
Durante una década donde el consumo y la ostentación estaban a la orden del día, con tan solo 22 años Jordan es un tímido empleado que comienza a trabajar en la bolsa y un par de años más tarde se ha convertido en un despiadado multimillonario, con su propia agencia bursátil. Leonardo DiCaprio interpreta de forma magistral esa metamorfosis, la de un joven que al principio se sorprende por lo fácil que es hacer dinero con un poco de carisma, y un buen discurso de ventas, pero al que poco a poco se lo va comiendo el personaje y se convierte en un millonario pedante, que comete toda clase de fraudes y excesos con tal de mantener su estilo de vida.
Nada parece ser suficiente, ni el dinero, ni las drogas para mantenerse siempre alerta, ni el sexo. Siempre se puede tener más. Ese desborde e intensidad son captados de forma sublime por Scorsese, incluso desprolija por momentos, como si todos los recursos cinematográficos no fueran suficientes para retratar tanto exceso. El relato está narrado de forma tan intensa, que llega por momentos a un plano surrealista, y a mostrar personajes que lindan con lo caricaturesco, con una estética que parece mezclar imágenes de Miami Vice con escenas de buenos muchachos, donde Jordan narra en primera persona sus memorias, mientras vemos como cambia su entorno. Visualmente es tan potente, y narrativamente tan dinámica, que por momentos olvidamos todas las reflexiones que deberíamos hacer sobre la codicia, la especulación y el dinero mal habido.
Una vez más Scorsese no se equivocó al elegir a DiCaprio, quien es el centro de la historia, y la sostiene maravillosamente, pero también son muy acertados los personajes secundarios: Jonah Hill, quien se convierte en el segundo de Belfort a quien venera como a un ídolo; Kyle Chandler un agente del FBI que lo sigue de cerca con una paciencia estoica hasta que puede hacerlo caer, y los 20 minutos de pantalla que tiene Matthew McConaughey le alcanzan para lograr una de las mejores escenas de la película, donde a su personaje le basta solo un almuerzo para explicarle a Belfort como triunfar en Wall Street.
No es la primera vez que el cine se mete con los 80´s y el desalmado mundo de Wall Street, pero una vez más Martin Scorsese demuestra que puede tomar la historia que sea, y hacer algo extraordinario.