El legado del diablo

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

El jueves pasado se estrenó una cinta de terror inusual en los cines de Argentina y una de esas películas de la cual todos van a estar hablando este año, El legado del diablo (Hereditary), ópera prima de Ari Aster.
El film sigue a Annie (Toni Collette), casada con Steve (Gabriel Byrne) y madre de Peter y Charlie. Viven en una casa antigua y ella pasa la mayor parte del tiempo haciendo maquetas y pequeñas figuras por encargo. Cuando la abuela de los chicos fallece, su pasado comenzará a invadir las vidas de la familia, afectando especialmente a Charlie.

Todos los años se estrena una película de terror que quiere definir el género. En un momento fue Te sigue, después fue Huye!, el año pasado fue Vienen de noche y hace unos meses tuvimos el estreno de Un lugar en silencio. El hecho de que el género se esté fusionando con otros estilos demuestra que hay nuevas y frescas ideas, especialmente, de directores primerizos.

Ari Aster, que debuta en su primer largometraje con El legado del diablo, conforma una película que se apoya en el drama de una familia que se enfrenta al constante acecho de la muerte y que en el medio de todo esto se arma una subtrama espiritual que, sin darnos cuenta, se intensifica al final de la historia.

Tanto el drama como el terror es sostenido por las increíbles actuaciones de Toni Collette y Gabriel Byrne. Cada uno en un extremo opuesto del dolor y la locura. Mientras que Byrne se toma con mucha paciencia y silencio el conflicto que lleva la familia, Collette estalla en su paranoia y control de los hechos.

Hay mucho trabajo en el guion, desde las sutilezas de las maquetas y su doble sentido, hasta los pequeños guiños y apariciones de personajes que irán reforzando la idea final. Se podría criticar que demora demasiado tiempo en contar su historia y que el final es un poco predecible para el espectador (aunque no para los protagonistas).

La dirección también es de un gran carácter. La cinta pasa de mantener la tensión en el fuera de campo a explícitamente mostrar la violencia sangrienta en el final.