El legado del diablo

Crítica de Diego Alvarez - Cuatro Bastardos

El legado del diablo: Lo que se hereda no se hurta.
El film del debutante realizador Ari Aster es una operística tragedia griega con tintes sobrenaturales que oprime y perturba en igual medida.

“[…]Es una ofrenda quemada constante durante todas las generaciones de ustedes a la entrada de la tienda de reunión delante de Jehová, donde me presentaré a ustedes para hablarte allí.” -Éxodo 29:38-46

Comenzar esta review con una cita bíblica es tan bello y lógico como, a la vez, una forma de proteger a los creyentes (y a los que no lo son, también), ya que “El legado del diablo (Hereditary, 2018)” no solo es uno de los films más perturbadores de los últimos tiempos, sino que se mete sutilmente en nuestras cabezas, jugando con temas que para la mayoría no son conocidos y, para los que los conocen, no quieren tener nada que ver con ellos.
Cuando Ellen, la matriarca de la familia Graham, muere, la familia de su hija comienza a descubrir crípticos y secretos sobre sus ancestros cada vez más terroríficos. Cuanto más descubren, más intentan escapar del siniestro destino que parecen haber heredado.
La sinopsis nos deja mucho a la imaginación, así como también la cinta que, con sus dos hora de duración, no descansa un momento en hacernos temblar, ya sea por su atmósfera opresiva, o sus situaciones incómodas a lo largo del metraje.
Vamos a lo importante, ¿por qué “Hereditary” fue catalogada por quienes ya la han visto el último Festival Sundance como “El Exorcista (The Exorcist, 1973)” de nuestros tiempos? En principio, las comparaciones son odiosas. Si bien la película del debutante Ari Aster tiene la impronta de esos films de la década del 60 o 70 sobre cultos satánicos y familiares con secretos indecibles, la obra se sostiene por sí sola al ser un drama familiar bastante peculiar en la mayor parte de su tramo. Asimismo, ya desde el comienzo, el obituario de Ellen Taper Leigh nos introduce de manera casi obligada y nos mantiene de rehén en algo que quizás no queremos ver, o de lo que no quisiéramos ser parte, pero ya estamos adentro.
Lo que sigue es el drama de su hija Annie Graham (Toni Collette), su esposo Steve (Gabriel Byrne) y los dos hijos del matrimonio: el adolescente Peter (Alex Wolff) y la niña de 13 años, Charlie (Milly Shapiro).
Los días pasan y todos parecen volver a la normalidad demasiado rápido, aunque Annie lleva sus traumas a un grupo de gente que ha perdido un ser querido y se apoya mutuamente. Allí descubrimos que la madre tiene bastantes desgracias en su haber, relacionadas a su entorno, es más, una obsesión por sus nietos que terminó en insanidad. Allí, Annie conoce Joan (Ann Dowd) quien perdió a su hijo y nieto recientemente. Una amable señora que, si conocemos los papeles anteriores de la actriz, sabemos que algo anda mal.
Más allá de este “drama cotidiano”, algo circunda el aire del film, no lo sabemos, pero se siente en la piel, casi como si se respirara y claro, pronto otra tragedia sacude a la familia, un hecho que desencadena no solo los instintos más primitivos en la mente de los protagonistas, sino que también esa fuerza que los rodea comienza a tomar forma para llegar a un clímax que termina perturbando tanto a los personajes como al espectador.
No hay manera de hablar de “El legado del diablo” sin analizar más profundamente o contar literalmente qué lleva a los protagonistas a que les suceda lo que les sucede, sin embargo hay una figura de la que voy a hablar y, quisiera que tuvieran en cuenta al ver el film: Paimon. Éste es un demonio nombrado en antiguos grimorios o textos de ocultismo. Generalmente se lo representa con una cara femenina o andrógina y una gran corona en su cabeza. Supuestamente, a los que lo invocan, les provee sabiduría y conocimiento. El halo de esta entidad sobrevuela por todo el film, y creo, no es casualidad, ciertos paralelismos de su figura y los sacrificios que deben hacérsele con los descritos al comienzo de mi cita bíblica: los sacrificios que el pueblo elegido por Dios debía hacerle a Jehová para ser bien vistos a sus ojos y tener abundancia.
Por último, el reparto de “El legado del diablo” es sobresaliente, destacando a Toni Colette pero sin desmerecer al entramado familiar que hacen de esta historia de horror familiar algo más cercana que cualquier película de fantasmas o posesiones que se haya visto. Y la cercanía con la que se cuenta la historia es, quizás, el punto más perturbador de un film que será difícil sacártelo de la cabeza.