El juego de Ender

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay una solemnidad en “El Juego de Ender”(USA, 2012) que juega en contra todo el tiempo contra sí misma. Desde el vamos hay algunas cuestiones que rozan el plagio a filmes como “Harry Potter” (la saga entera), “Top Gun” o más recientemente “Battleship”, pero no es el interés ahora de contar cuántas secuencias se copiaron a otras películas.
Quizás el trabajo del realizador y guionista Gavin Hood (“Wolwerine”, “Tsotsi”) estuvo más orientado a una puesta en escena que finalmente atrasa años, que en despertar el interés en una historia que sólo por la participación de Harrison Ford (Coronel Graff) y algunos intensos momentos de la actuación de Asa Butterfield (Ender Wiggin) la hacen interesante.
Niños nativos en el mundo del 3.0 y los videojuegos de estrategia son enlistados por la “Flota Internacional” (una elite de pilotos mercenarios) para destruir a unos antiguos enemigos alienígenas. Hace unos años el reality “Boot Camp” tuvo una versión con niños, y esta película parece ser la versión cinematográfica de esa experiencia pero en el espacio.
El Coronel Graff apuesta a que Ender sea el líder del grupo y extermine en una misión secreta a la amenaza. Pero Ender (el hijo menor de una familia de clase media), si bien ansía con todo su ser pertenecer, tiene algunos problemas consigo mismo que aún debe solucionar antes de encarar una travesía, que más allá de alguna escena de vuelo en gravedad cero, nunca despega.
Con una estructura narrativa clásica y filmada de manera tradicional, la riqueza que en la saga de Orson Scott Card genera las ganas y el interés de pasar al siguiente libro, el que nos aclarará algunas cuestiones pendientes, acá sólo potencia las intenciones de levantarse de la sala e irse.
Después de ascender a comandante de Flota, Ender tiene un altercado con un excompañero y sin lograr contenerse y manejar su conducta hacia un lugar más positivo (en la película no se encuentran valores positivos, sino todo lo contrario) lo termina dejando en coma.
Ahí está el problema, Butterfield no posee el cuerpo ni la cara para poder reflejar el fuego interior y las contradicciones de Ender. El actor no se cree su papel y nosotros tampoco. Pero él no es el único, el resto de los jóvenes tampoco logran transmitir la lucha interna y terminan convirtiendo sus actuaciones en parlamentos sin espíritu dignos de cualquier serie que transcurre en una escuela/colegio/secundario.
Pertenecer o no. Ser elegido. Luchar contra los propios demonios. Trabajar duro. Dejar la vida de lado para convertirse en una máquina de matar. Eso elige contar Hood más que el incipiente amor entre Ender y Petra (Hailee Steinfeld), los vínculos que genera con sus compañeros y la relación con los altos rangos (Ford y Viola Davis) que bien podrían haber llevado a este juego, el de Ender, a otro lugar.