El invierno llega después del otoño

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Pablo y Mariana son dos en la ciudad, una pareja que acaba de terminar, en buenos términos, sin gritos ni situaciones traumáticas, tomando un café en un bar de Buenos Aires, y ahora esos dos caminos que iban a la par se bifurcan y siguen cada uno por su lado.
Así, la película se divide en dos. A Pablo se le regala el otoño. A través de esta estación que empieza a regalarnos los primeros fríos y los escenarios más bellos con las hojas secas pintando las veredas, es que lo vemos intentar sobrevivir como escritor y editor, entre posibles trabajos, celulares de segunda mano, encuentros y el nacimiento de un posible amor.
A ella la seguimos durante el invierno, más abrigada y enfrascada más que nada en el estudio, y deambulando también entre algunas relaciones con sus compañeros, su hermana o la relación que acaba de formar.
Ambos recorren la ciudad y nosotros con ellos. Buenos Aires está muy presente en estas dos historias, son el marco perfecto para mostrar cómo son (cómo somos, quizás).
Son dos jóvenes directores, Malena Solarz y Nicolás Zukerfield, los que dirigen esta película que no tiene una estructura clásica y que por lo tanto no presenta conflictos específicos. Al contrario, está compuesta de pequeños momentos en la vida de.
Delinean a los personajes a través de diferentes situaciones que los exponen y los describe de manera sutil, nunca explícita. Nada es explícito de hecho en este relato, por ejemplo, no nos damos cuenta de que Pablo y Mariana se acaban de separar hasta un ratito después.
La película hace ademán de abrir varias líneas narrativas pero no necesariamente se decide a seguir una o algunas de ellas. No hay siempre una coherencia, una temática específica, que encierre cada uno de estos dos relatos en sí. Al contrario, parece ser algo azaroso, sin embargo al mismo tiempo hay algo de medido en esa arbitrariedad.
La intención parece estar en los detalles, detalles que conforman a cada uno de estos dos personajes que ya no van a cruzarse.
El invierno llega después del otoño se termina tornando algo parecido a un ensayo, una pequeña película sobre dos jóvenes comunes y el modo de relacionarse con lo y los que lo rodean. Una película hecha de trozos, de momentos, que terminan de conformar un relato (o dos) sin buenos ni malos, sin antagonistas, sin conflictos específicos.
Tampoco hay un tono demasiado marcado, sin momentos muy graciosos ni tampoco melancólicos, pero ese tono medio no se lo siente impostado. Un relato contado a través de ojos que saben observar, quedarse con lo poético de lo cotidiano, y descubrir que aun de lo que a primera vista es banal o intrascendente, hay material para una historia.