El (im)posible olvido

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Este documental escrito y dirigido por Andrés Habegger es otra de las películas que se estrenan esta semana que gira en torno al tema de la identidad y una época oscura de la historia.
Habegger realiza este documental en cierto modo para volver a encontrarse con su padre, una figura presente durante su infancia hasta que desaparece en Brasil en 1978 a causa de su compromiso como periodista y militante montonero. De aquella época sólo quedan algún diario que él escribía constantemente de pequeño y algunas fotos, ni siquiera muchos recuerdos mentales ya que va descubriendo también que sin darse cuenta muchas cosas que pasaron, hechos que sabe que existieron porque quedaron registrados, no recuerda haberlos vivido. “Mi infancia siempre huye pero la foto está allí”. Apenas se acuerda de situaciones que vivió con él, a quien vio por última vez a la tierna edad de nueve años.
¿Cómo se filma lo que no está?, se pregunta. Mientras bucea entre sus diarios y fotos e intenta reconstruir algunas de ellas viajando hasta los lugares exactos donde fueron tomadas y creando entonces nuevos recuerdos, con cosas que supone que se dieron de cierto modo.
El tema de la identidad no sólo se hace presente por esta parte de su familia que está incompleta, sino al contar que por cuestiones de seguridad de un día para el otro pasaron de llamarlo Camilo (en homenaje a Camilo Torres) a llamarlo Andrés (su segundo nombre). También aportan mucho valor emocional los testimonios, en especial el de su madre con quien conversa y ambos se reencuentran con aquella época dolorosa, de un pasado que nunca fue ni será pisado.
En cuanto al contexto político que encierra la historia de su padre guerrillero, al que hoy Habegger comprende y no recrimina (aunque duele, siempre duele) su ausencia porque entiende su compromiso, la película no acentúa allí donde tantos lo han hecho, en lo político e histórico meramente, a la larga, ya conocemos mucho de esa parte de la historia; el viaje que realiza Habegger es más personal que otra cosa.
Andrés Habegger pone su corazón y la cámara en este documental pequeño, íntimo y reflexivo, pero además sumamente emotivo.