El hombre de al lado

Crítica de Gabriela Borrelli Azara - Leedor.com

El cuervo de al lado o sobre el film El Hombre de al lado de Mariano Cohn y Gastón Duprat

“Lo que me dominó es el animal humano, el núcleo familiar, la familia, el hogar. Es darle al ser humano su cáscara”. Le Courbusier.

Y una casa no era sólo una casa, ni un vecino sólo quien comparte la medianera. El Hombre de al lado, tercer largometraje de Cohn y Duprat, y ganador del premio al mejor largometraje argentino del último Festival de Cine de Mar del Plata, se interna con humor y profundidad en las relaciones de dos hombres con sus hogares y, en consecuencia, con los que comparten los límites de ese territorio propio.

“Atrapar unos rayitos de sol” le pide, el personaje cabalmente compuesto por Daniel Araoz, a su vecino, que habita la única casa que Le Corbusier hiciera en Latinoamérica: Curuchet, en La Plata.

Primer giro irónico del film: el hombre de al lado quiere un poco del sol que al otro le sobra. Intenta crear una abertura en el muro que los separa y los invisibiliza, y en este acto dispara no sólo la posibilidad de visualizarse sino de conocerse e interactuar.

Es también la casa Curuchet única locación de una cuidada película que hace intervenir a la obra de Le Courbusier como un personaje más. Cada escena pareciera cuidar y continuar los lineamientos de esa preciosa arquitectura.

Víctor (Daniel Araoz), verborrágico y envolvente tratará de transitar todos los caminos posibles para poder resolver el problema entre “amigos”, como buenos vecinos, invitando a Leonardo (Rafael Spregelburd) exitoso y “cool” diseñador de muebles a entenderse entre ellos para poder realizar una ventana en la medianera de la casa Curuchet….

Es ese conflicto el que moviliza escenas de encuentros y tensiones entre estos hombres, develando en cada uno la “arquitectura” del otro. Un ejercicio no menor en el cine argentino, siempre tentado a caer en discusiones filosóficas con aires de mayor profundidad; una tentación en la que parecen caer en su primer film (El artista) los directores pero que evitan airosamente en éste, y por ese mismo hecho, transforman su película en un lúdico disparador de discusiones sobre la modernidad, la propiedad y el otro-diferente.

En este punto de la película, cuando el espectador se siente mimado visualmente e invitado a interesantes reflexiones desde el humor, un ripio final parece entorpecer lo que habría de ser una excelente expectación. Tal vez, tentados por otra dupla del guión y la dirección como los hermanos Cohen, un inesperado final propio de sus films, desajusta el final.

Un vecino no es sólo quien habita a mi lado, puede ser el cuervo de al lado, aquel quien cambie algo de nuestra vida, aquel que nos prive del sol.