El hombre de acero

Crítica de Fernando Casals - Revista Meta

La palabra “épica” ha perdido su valor paulatinamente con cada estreno de un “tent-pole” de Hollywood, Man of Steel es épica, operática y deja al suceso The Avengers luciendo como un dibujo animado ATP. La marca de C. Nolan está en el tono narrativo -y el color gastado del traje otrora brillante y primario del héroe- la espectacularidad visual de Snyder está en cada escena. Kal-El/Clark Kent lleva el peso de su don como lo haría una buena persona, con culpa y humildad. La figura de sus padres -K. Costner y R. Crowe ambos ex-Robin Hood- son las sombras en la que Clark crece, se recuesta y finalmente -a través del gran movilizador que es la pérdida- descubre su misión, el sentido a su existencia y como Pappo deja en claro que nadie toca a su vieja. La alegoría del film está pintada en trazos gruesos: bandera y Dios, no cualquier bandera, ni cualquier Dios; EE.UU. y ese otro salvador ficcional de la humanidad: Jesús. En la destrucción de Metrópolis resuena el 11 de Septiembre de la vida real, pero los escombros vuelan inofensivos en 3D. No hay humor en Man of Steel, el guión de Goyer es a las peliculas de R. Donner lo que The Dark Knight fue al Batman de Tim Burton. Luego de 75 años de vida Hollywood logró revivir el mito Superman, así podemos pretender que la versión de Bryan Singer del 2006 con aquella Lois Lane insípida nunca sucedió. Snyder escogió actores, no estrellas de cine de acción y la apuesta pagó. El terreno está preparado para la secuela Lutheriana, mientras Batman, La mujer maravilla, Flash y Linterna verde esperan su pelicula de la Liga de la Justicia. En dos horas y pico el hombre de acero enterró su pasado, cerró su conflicto interno y sobrevuela un mundo cada vez más violento, un mundo que Siegel y Shuster no imaginaron, nosotros -al menos en las salas de cine- ya podemos sentirnos más seguros.