El hombre de acero

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

El último boy scout

Última oportunidad. Luego del fiasco que fue "Superman Returns", Warner y DC debían retirar al hombre de Krypton o jugarse a un filme más. Al optar por esta última opción decidieron usar la bala de plata; es decir, convocar a la dupla Goyer-Nolan que ya habían resucitado a Batman de la muerte social, luego que Schumacher ridiculizara al héroe de Gotham.
Con inteligencia y picardía, la dupla creativa tomó algo de la escuela de Stan Lee, quien revolucionó el universo de los cómics al crear no solo superhéroes, sino también su mundo real. Lee se preguntó entonces cómo sería la vida de sus personajes de Marvel si estos existieran, algo que no ocurría en DC. Ahora, Nolan y Goyer se ocupan de mostrarnos a Kal El como un ser más complejo, con temores, dudas y hasta culpa. Incluso es dotado de una motivación para pelear, como el viejo Stan hizo con Spider-Man al ver morir a su tío Ben. El viejo truco es usado aquí en un derroche de "afanosa" inspiración.
Krypton está a punto de colapsar y en medio de la debacle un grupo de rebeldes comandados por el General Zod deciden tomar el control del planeta. Mientras, Jor El (Russel Crowe), consciente del aciago futuro que le espera a su especie, decide enviar a su hijo recién nacido a otro planeta, donde pueda crecer y desarrollarse.
El origen de Superman es revisitado con mayor atención sobre el ambiente kryptoniano, buscar crear una mitología que le sea propia y funcional a la historia. El director Zach Snyder va y viene con el relato, los flashbacks se suceden para mostrarnos el pasado que nos ayude a comprender el presente, y en ese ida y vuelta algunos climas se rompen dejando evidentes contrastes en la narración.
Entre tanta "marvelización" hay algo que "El Hombre de Acero" no consigue, y es despojarse de tanta solemnidad. Se toma muy en serio y hasta juega con metáforas poco sutiles relacionadas a la religión y una representación cristiana no exenta de gestos de inmolación y crucifixión, sin hablar del carácter cuasi mesiánico del protagonista.
Todas las tribulaciones del personaje quedan a un lado cuando Zod regresa para poner en peligro a la Tierra y comenzar una batalla abrumadora, presentada de forma impecable con efectos especiales bien puestos al servicio de la acción. Son tan buenos los efectos y la forma en que se muestran los destrozos ocasionados por la batalla que el realizador no parece saber cuando es suficiente y consigue que el espectador pase del asombro y el disfrute, al tedio y el agotamiento. La secuencia final realmente agota, aunque esto no le reste mérito en su realización pero sí en el timing, algo fundamental al momento de contar cualquier historia.
En definitiva estamos ante una última oportunidad bien aprovechada, en general. Warner/DC obtienen un crédito precioso que les permitirá avanzar con otros proyectos, los que serán viables siempre que sigan esta línea alejada de la idea de héroes todo poderosos distantes y sin conflictos. Es decir, que sigan aprendiendo del viejo Stan.