El Hobbit: La desolación de Smaug

Crítica de Martina Putruele - ARG Noticias

Hobbits y dragones: el día que Peter Jackson reencontró su camino

Es complicado encontrar una secuela que supere a su predecesora, y más aún si se trata de una saga posterior a la aclamada franquicia de El Señor de los Anillos. Pero La Desolación de Smaug brilla de una manera imprevista, más teniendo en cuenta la desilusionante Un Viaje Inesperado, la primera parte de El Hobbit que se estrenó el año pasado.

La nueva adaptación de Peter Jackson del libro de J.R.R. Tolkien (anterior a El Señor de los Anillos) continúa con la aventura por la Tierra Media de Bilbo Bolsón (Martin Freeman) y el grupo de enanos liderado por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage), en su épico viaje para recuperar el Reino de Erebor, del que fueron despojados por el temible dragón Smaug (Benedict Cumberbatch).

El Hobbit: la Desolación de Smaug triunfa maravillosamente y nos recuerda aquellos años gloriosos cuando la Comunidad del Anillo era la protagonista. Con el regreso de Orlando Bloom como Legolas, y la siempre impecable y mística presencia de Ian Mckellen como Gandalf, el film vuelve a tomar el camino, más oscuro y épico, de la saga del 2001.

La primera escena ya le recuerda a la audiencia que el humor será también un elemento constante durante las más de dos horas y media que dura la película: un cameo de Peter Jackson masticando una zanahoria, una costumbre hitchcockiana que siempre parece divertirle.

Nueva Zelanda ofreció nuevamente sus inalcanzables montañas, lagos infinitos, bosques amenazantes y majestuosos paisajes, que, junto con el espectacular y detallista diseño de producción, crea la perfecta Tierra Media. Musicalizada acorde a la historia, la canción principal estuvo a cargo del británico Ed Sheeran con "I See Fire"

Con una fidelidad casi extrema a la obra original, La Desolación de Smaug arranca desde el comienzo con un objetivo claro y un ritmo rápido y bien construido. Defensor de los 48 cuadros por segundo -una innovación muy criticada en la primera parte de El Hobbit- Jackson volvió a usar la técnica por ser, según proclama, la mejor para esta película y el futuro del cine.

Pero no hay sólo caras viejas. El brillante Benedict Cumberbatch (Sherlock, El Quinto Poder) es la encarnación del mal en todas sus formas: le pone la voz y el espíritu a Smaug el dragón –una de las mejores representaciones de esta mítica criatura en toda la historia cinematográfica- y al misterioso Necromancer. Cumberbatch es sin duda el broche de oro de una aventura fascinante. Su poderosa y enigmática voz, junto con los hiperrealistas movimientos del cuerpo creados por CGI, crea una de las bestias más esplendorosamente fascinantes y aterradoras del mundo de Tolkien.

Por otro lado, la elfa Tauriel, interpretada por Evangeline Lilly (Lost), es un personaje que no aparece en la novela original, pero que agrega un elemento romántico que muchos de los fanáticos del amorío Aragorn-Arwen apreciarán bastante.

Batallas épicas, peleas desopilantemente graciosas –después de todo, la mayoría de los protagonistas son los enanos- criaturas fantásticas, y peligros acechantes conforman una obra maestra que le abre paso a la tercera parte de la saga con fecha de estreno para el 2014, y le agranda el desafío.