El Hobbit: La desolación de Smaug

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Esos locos bajitos

El neocelandés Peter Jackson tiene al reino bajo control. Nadie como él puede dar connotaciones visuales a términos como “infestado de orcos”, o “memoria”, para definir la luz de las estrellas. Sólo él puede imaginar un castillo que sea el súmmum del gótico, la residencia del rey elfo, que humillaría al mismísimo Gaudí, o hacer del pueblo costero de Esgaroth, la Ciudad del Lago, una maravilla por la que Tim Burton resignaría un Oscar. Jackson no se contenta con haber dado la versión definitiva de El señor de los anillos una década atrás; sigue puliendo el ideario Tolkien como un obsesivo compulsivo; perfecciona el mundo mágico de la Tierra Media film tras film, sin que nadie se lo pida. ¿O sí?
Esta segunda entrega retoma la epopeya de Bilbo Baggins (Martin Freeman) acompañando a los enanos de Erebor, cuyo líder Thorin (Richard Armitage) pretende recuperar el territorio que les quitó el dragón Smaug. Antes de llegar a la Montaña Solitaria, donde duerme el dragón y se aguarda la profecía de Durin, Jackson hilvana con talento el derrotero del ejército bajito. Gandalf (Ian McKellen) los pondrá a resguardo de los orcos bajo la protección de un mutante, mitad ogro, mitad oso; Bilbo encontrará un misterioso anillo. Habrá un enfrentamiento de elfos y enanos y, tras la huida de estos últimos, una espectacular batalla contra los orcos de Azog. También hay nuevos protagonistas: Bardo (Luke Evans), un humano hobbit-friendly al estilo Aragorn, y la guerrera elfa Tauriel, que trae de regreso a Evangeline Lilly (la Kate de Lost, más bonita que nunca). Martin Freeman es un auténtico comediante inglés; su inocente hobbit, en la tradición de Stan Laurel y Michael Palin, es un logro que supera al Frodo de Elijah Wood. Pese a un nuevo final abrupto (un alevoso bancátela hasta el próximo film) y al estiramiento de algunas escenas, que desnudan la endeblez de esta trilogía en comparación con El señor de los anillos, Jackson mueve los hilos con tal maestría que hace de El Hobbit otra saga imperdible para fans del cine de aventuras.