El gran secuestro de Mr. Heineken

Crítica de Walter Monzón - Cinergia

Recuerdo de un crimen

El director sueco Daniel Alfredson se ha hecho conocido en los últimos años por haber sido el director de dos de las tres entregas de la saga Millennium en las cuales se da rienda suelta a la adaptación de las novelas policíacas creadas por Stieg Larsson en el 2005.
Ahora vuelve a la carga con El gran secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken), adaptación de una historia real sucedida en 1983 en la ciudad de Amsterdam, cuando un grupo de amigos liderados por el holandés Frans Meijer se encargó de raptar al mismísimo dueño de la reconocida firma cervecera Heineken.
Esta es la por lo menos la segunda adaptación fílmica que hace mella de este relato criminal que tuvo en vilo a toda una población en su momento. Sin ir más lejos la película llega a las salas locales habiendo sido retrasada innumerables veces con una muy posible intención de utilizar la fuerza de cola que pueda darle el buen recibimiento de la película nacional El Clan, interpretada por Guillermo Francella, y con la cual guarda varios paralelismos más que obvios.
Aun con toda la mística que puede conllevar el relato de la historia real, El gran secuestro de Mr. Heineken queda a medio camino de brindarnos una experiencia placentera, perdido entre mares de dudosas interpretaciones actorales y de ciertos desatinos desde la compaginación de la dirección.
Tal vez lo más rescatable sea el mismísimo Anthony Hopkins (The Silence of the Lambs, Beowulf) que en su carácter de veterano actor culmina dando la mejor interpretación de toda la película sin necesidad de lucirse demasiado.

El gran secuestro de Mr. Heineken llega a su estreno local de forma oportunista y sin dar mucho más a cambio que alguna interpretación dramática destacable y poco más de sí, lo cual la convierte en un film fácilmente olvidable.