El gran secuestro de Mr. Heineken

Crítica de Martín Torres - Fuera de campo

El 12 de Noviembre de 1983, el caso Heineken sucumbió a Holanda y el mundo. En términos de contexto y motivaciones, la sociedad holandesa se encontraba uncida en una aguda crisis económica que entre otros tantos afectó a 4 jóvenes que encontrarían en el crimen una salida fácil a su situación financiera. O al menos eso es lo que la película del director sueco, Daniel Alfredson (hermano del más reconocido realizador Tomas Alfredson) intenta mostrarnos en su adaptación de los hechos. Los diarios de la época y la controversia sucedida con el estreno de la anterior versión cinematográfica del caso demuestran que esta versión no es más que eso. Otra versión ficcionalizada de lo acontecido que bastante lejos parece estar de los hechos.

4 años atrás, con el estreno de The Heineken Kidnapping (2011), Willem Hollendeer quien fue sentenciado a 11 años de prisión por el secuestro de barón de la cerveza holandés, llegó a la justicia con la intención de impedir el estreno de aquella película. Acusando que el film de Maarten Treurniet "lo representaba mal". Si en aquel entonces estel mafioso y extorsionador se sintió afectado por una mala interpretación, en este caso su silencio habla por sí solo. En la nueva adaptación del rapto del Sr. Heineken, los secuestradores ni siquiera son retratados como los viles mafiosos y estafadores que realmente eran.

El gran secuestro de Mr. Heineken enfatiza en que se trata de un grupo de amigos inexpertos en el delito que deciden abducir al magnate número 1 de Holanda. Es bien sabido que para contar una buena historia, ya sea basada en un caso real o un guión original, no es imperativo remitirse a los hechos originales. Los ejemplos sobran. Con lo cual la falla no está ahí, sino más bien en la construcción de los personajes. La excusa de no querer pertenecer al grupo de "los normales" con trabajos dentro de los márgenes de la ley, por algún motivo no convence. El riesgo de realizar semejante hecho delictivo parece demasiado grande para estos novatos del secuestro. La superficialidad de los protagonistas parece intentar ser diluida por algunas innecesarias escenas de acción y persecuciones que de no estar allí no cambiarían tanto.

Los rasgos más interesantes de la película se encuentran en el personaje de Heineken (Anthony Hopkins) y su relación con los secuestradores a quienes intenta manipular psicológicamente seduciéndolos con su poder y dinero. Pero una vez planteado ese conflicto de inmediato se salta al tercer acto que apresuradamente intenta concluir una historia que presenta más de lo que logra resolver. En sus 96 minutos de metraje, el film no logra seducir demasiado y parece más bien una de esas dramatizaciones que acompañan a los documentales televisivos para ilustrar este tipo de casos, pero con mayor presupuesto para las secuencias de acción.