Zona de desastre Chisso es una compañía petroquímica japonesa que posee una de sus principales plantas productoras en la ciudad costera de Minamata, Prefectura de Kunamoto, eje de uno de los casos más masivos y tristemente célebres de envenenamiento por mercurio debido a que entre 1932 y 1968 la empresa vertió en aguas locales un enorme volumen de desechos industriales con metilmercurio, subproducto de la utilización del sulfato de mercurio como catalizador en la generación de acetaldehído. Esta sustancia muy tóxica se bioacumuló y biomagnificó en la Bahía de Minamata y en el Mar de Yatsushiro, yendo a parar a mariscos y peces que a posteriori fueron consumidos por los pescadores de la comarca, amén de la polución general del entramado acuífero del que se sirven humanos, gatos, perros, cerdos y aves. Recién en 1956 salió a la luz el envenenamiento, cuando ya era tan grave que recibió una denominación específica, “enfermedad de Minamata”, con síntomas varios como la pérdida permanente del control muscular, el deterioro de la memoria, la ceguera progresiva, el entumecimiento de manos y pies, la sordera, la desaparición del habla, los temblores y diversas malformaciones en los fetos de las mujeres embarazadas, la mayoría derivando en jóvenes postrados de por vida. Como siempre en el capitalismo y su ciclo de impunidad plutocrática, Chisso se aglutinó al amparo del gobierno local cómplice, comenzó a pagar compensaciones económicas irrisorias a las víctimas, afirmó instalar en la fábrica en 1959 un sistema de purificación de aguas residuales que no eliminaba el metilmercurio y siguió contaminando la bahía otra década más hasta que finalmente en 1969 discontinuó la producción con sulfato de mercurio como catalizador fundamental, cuando ya se contaban de a miles los postrados y enfermos neurológicos, panorama que condujo al reconocimiento institucional vía un proceso que se extendió entre 1969 y 1973 y que abarcó una lucha entre los afectados, muchos de los cuales pescadores humildes y sus familias, y la todopoderosa compañía, la cual para colmo contrató a yakuzas para amenazar, golpear y silenciar a los pacientes crónicos y sus correligionarios, derivando en un resarcimiento monetario en 1973 que fue incumplido tanto por el Estado Japonés como por la empresa a lo largo de los años. Minamata (2020), epopeya dirigida por Andrew Levitas, es un retrato no sólo de la etapa más agitada de este prolongado proceso sino de la participación que en él tuvo el famoso fotógrafo norteamericano W. Eugene Smith, en pantalla en la piel de Johnny Depp, un reportero al que se le suele acreditar el mérito de haber desarrollado los engranajes formales definitivos del ensayo fotográfico en tanto cobertura autocontenida que deja de lado casi por completo las palabras. Son especialmente recordadas las imágenes tomadas por Smith en el Frente del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, donde fue herido por fuego de mortero durante la Batalla de Okinawa, en el jardín de su casa de Tuckahoe, en el Estado de Nueva York, donde retrató a sus dos hijos pequeños caminando de espaldas, en el pueblo de Kremmling, en el Estado de Colorado, lugar en el que siguió a un médico de provincia en sus arduas tareas cotidianas, el Doctor Ernest Ceriani, en los valles de Gales del Sur, donde estudió con sus fotografías la existencia de los mineros, en el pueblo de Deleitosa, perteneciente a la Comunidad Autónoma de Extremadura, sede de una serie de retratos de la pobreza rural española que le ganaron la persecución de la Guardia Civil de la dictadura franquista y con el tiempo lo obligaron a huir subrepticiamente hacia Francia, en las zonas más menesterosas de Carolina del Sur, donde construyó un perfil visual de la abnegada enfermera y partera Maude E. Callen, en el África Ecuatorial Francesa o actual Gabón, en esencia retratando a Albert Schweitzer en sus tribulaciones como médico misionero, en la metrópoli de Pittsburgh, núcleo de un voluminoso retrato que llegó a contabilizar 13.000 fotografías a lo largo de dos años, y en la siempre frenética Manhattan, ahora consagrado a captar con su lente -y también con una buena cantidad de micrófonos- la escena jazzera neoyorquina de fines de los 50 y principios de los 60. El tramo final del devenir profesional de Smith, de hecho, se concentra en su estadía en Minamata entre 1971 y 1973 junto con su esposa, la nipona Aileen Mioko, cubriendo las protestas de las víctimas del envenenamiento industrial ante las autoridades de Chisso y sus secuaces a nivel de los infaltables lameculos populares que se ponían la remera de -y defendían a- la principal empleadora de la región. Está claro que el además productor Depp se toma a su Smith como una especie de versión avejentada, modesta y mucho más tranquila de aquellos maravillosos álter egos de Hunter S. Thompson que supo componer con motivo de Miedo y Asco en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas, 1998), de Terry Gilliam, y de la bastante inferior aunque aún digna Diario de un Seductor (The Rum Diary, 2011), de Bruce Robinson, en esta oportunidad ponderando la idiosincrasia autodestructiva y volátil de un Eugene alcohólico, “drogadicto tradicional” esporádico y muy inconformista en lo que respecta a su actitud de siempre defender la integridad artística de su trabajo en detrimento de su familia, amistades, jefes e integridad financiera, por ello vive recluido y arruinado en un departamento neoyorquino y se enfrenta recurrentemente al editor de Life, Robert Hayes (Bill Nighy), quien se la pasa publicando mierdas banales para mantener la revista a flote, hasta que es localizado por Aileen (Minami Bages), una empleada de Fujifilm y representante de los afectados por la enfermedad de Minamata y de un grupo de lugareños, encabezado por el enérgico Mitsuo Yamazaki (Hiroyuki Sanada), que lucha contra las huestes de Chisso, simbolizadas sobre todo en el presidente de la firma, Junichi Nojima (Jun Kunimura), señor que primero trata de sobornar al fotógrafo con 50.000 dólares, para que desista en su intención de retratar las malformaciones y los padecimientos en general de la población de la ciudad costera, y después explícitamente opta por recurrir a tácticas más o menos indirectas de disuasión y apriete mafioso como el incendio del cuarto oscuro de Smith, la creación de un documento legal inexistente que libere de toda responsabilidad a la compañía, la negativa a pagar las compensaciones reclamadas por las víctimas y la utilización de empleados, guardias de seguridad, sindicalistas, policías y los citados yakuzas para desbaratar con violencia no sólo las demostraciones de descontento en la fábrica sino también las reuniones de accionistas, ya que los manifestantes conforman el llamado “movimiento accionista” comprando una acción cada uno de la empresa con vistas a poder decirles en la cara a los ejecutivos lo que piensan de ellos y de la contaminación y los sufrimientos que provocaron en la comunidad. La película de Levitas, un productor reconvertido en director y aquí entregando su segunda obra luego de la olvidable La Última Canción (Lullaby, 2014), es un buen retrato aunque algo disperso del caso y de la labor de Smith, quizás jugando demasiado con la fotografía movediza de Benoît Delhomme y su tendencia de pasar del color al blanco y negro para acercarse al cariño que el fotógrafo sentía por este último formato, más minimalista a nivel expresivo que la explosión cromática habitual y por ello más proclive a concentrar la atención del espectador en la dimensión anímica/ psicológica/ humana de los retratados y no en su entorno, de allí la potencia de las imágenes de Eugene más allá de su innegable maestría formal y su condición de pionero en cuanto a la madurez simbólica del arte de los retratos con la lente y su pata periodística seria. La realización ofrece los datos contextuales justos, no abusa de la típica verborragia informativa posmoderna, adopta en buena parte del metraje un dejo documentalista de cadencia preciosista y a la vez semi seco, celebra sin duda la sana costumbre de documentar la memoria histórica y la fragmentación colectiva, no menosprecia a quien ve en ningún momento, tampoco cae en esas sensiblerías baratas hollywoodenses del montón, deja de lado en sí el hipotético floreo romántico y en especial aprovecha como muy pocas películas recientes a un Depp que aquí regresa al nivel de sus mejores tiempos y nos permite hablar de un resurgimiento profesional de a poco gracias a obras como Esperando a los Bárbaros (Waiting for the Barbarians, 2019), de Ciro Guerra, Ciudad de Mentiras (City of Lies, 2018), de Brad Furman, El Profesor (The Professor, 2018), de Wayne Roberts, y Pacto Criminal (Black Mass, 2015), de Scott Cooper. A pesar de que a priori el Smith de Minamata, para quien no conozca la historia en general, puede responder al esquema narrativo del outsider insertado a la fuerza como salvador externo occidental, lo cierto es que en este caso su participación se condice con la realidad y sí fue crucial en materia de atraer la atención del mundo sobre la enfermedad congénita local ya que es un mal arrastrado desde generaciones y generaciones en esta zona de desastre de la Prefectura de Kunamoto que hasta el día de hoy sigue padeciendo las consecuencias de la codicia corporativa, todo en función de una de las fotografías más famosas del Siglo XX, Tomoko Uemura en su Baño (Tomoko Uemura in her Bath, 1971), en la que aparecen la pobre chica deforme del título, la cual fallecería en 1977 a la edad de 21 años, y su madre, Ryoko Uemura, ambas desnudas en una bañera para ilustrar los efectos de la exposición a metilmercurio a través de los alimentos y aguas contaminadas. Precisamente, Smith sería uno de los principales mártires de la causa debido a que en una reunión de accionistas fue golpeado brutalmente por los energúmenos al servicio de los intereses encubridores de Chisso al punto de quedar seriamente afectado de uno de sus ojos y morir en 1978 de un accidente cerebrovascular derivado en parte de las diversas secuelas de aquella paliza símil cruenta represalia en la planta fabril, aunque no sin antes publicar el fotolibro Minamata (1975), sobre el cual está basado el correcto guión del director, Jason Forman, Stephen Deuters y David Kessler, un volumen producto de la colaboración entre el reportero y su esposa Mioko, militante proambiental y anticontaminación de larga data. Sin llegar a ser una maravilla aunque posicionándose como una de las pocas propuestas valiosas en un cine contemporáneo saturado por la estupidez y la redundancia omnipresente, la odisea explora con eficacia el tópico de fondo de la dignidad social mediante la contienda activa contra los poderosos y nos regala una experiencia estética muy placentera gracias a la extraordinaria música de Ryuichi Sakamoto, un compositor sin igual recordado por sus opus para Nagisa Ôshima, Pedro Almodóvar, Bernardo Bertolucci, Oliver Stone, Brian De Palma, Alejandro G. Iñárritu y John Maybury, entre muchos otros cineastas notables de las últimas décadas…
Largometraje basado en la experiencia del famoso fotógrafo Eugene Smith (Johnny Depp) y su trabajo en Minamata, Japón. Este fotógrafo norteamericano, problemático y talentoso, dio un giro notable a su vida cuando aceptó la invitación de un amigo para que viaje a la ciudad industrial de Minamata, donde la población estaba enfermando y muriendo de forma sospechosa. Smith y su esposa Aileen, con la que se había casado doce días antes, viajaron para que él registrara con su cámara lo que estaba ocurriendo allí. La confirmación del envenenamiento con mercurio por parte de una empresa generó, gracias al trabajo de Smith, un revuelo internacional y cambió la vida de él para siempre. Fue un antes y un después también en la historia de los foto reporteros. Pero la película, lista para estrenarse en el año 2020, sufrió un doble desafío. Por un lado, la pandemia afectó la difusión, y por el otro la vida privada de Johnny Depp llevó a que fuera cancelado de varios proyectos. Los fans, lejos de quedarse quietos, hicieron todo lo posible para llamar la atención sobre la película. En la última entrega de los premios Oscar se puso una categoría llamada Oscars Fan Favorite y donde a través un hashtag en Twitter los usuarios podían elegir la que consideraban la mejor película del año. Junto con cuatro grandes éxitos populares aparecía Minamata (2020) que apenas había recaudado dos millones de dólares en todo el mundo. Claramente fue el apoyo de los fans. El tiempo los demostró más leales que los estudios de cine. Eugene Smith es un rol ideal para Johnny Depp, uno de esos que el actor ama interpretar. Algo bohemio, amante absoluto del jazz, alcohólico y problemático, uno de esos personajes que Depp disfruta de construir. Casi es un cliché visual del bohemio intelectual con polera negra y boina. El director lo sabe y aprovecha al máximo el parecido físico y emocional del actor con el fotógrafo. No hay otra cosa más que la ilustración sobria de la historia y un homenaje al trabajo del fotógrafo en una época en la cual un rollo de película bien usado en una cámara manejada por un artista podía cambiar el mundo.
Johnny Depp apunta alto en su más reciente film, intentando redimir una carrera en espiral descendiente, afectada a lo largo de la última década por escándalos de su vida privada que quitaron el foco sobre su talento interpretativo. Los aciertos actorales de Depp se habían vuelto cada vez más esporádicos, inclusive si cotejamos su creciente interés por abordar el mundo del rock and roll -con su banda Hollywood Vampires-, alejándose de los sets de rodaje. ¿Fulgura aún la llama interpretativa en el icónico Jack Sparrow? Puede que sí, a juzgar por su logrado rol en la última película del artista todoterreno Andy Levitas, responsable del film La Última Canción” (2014). En esta ocasión, nos trae una historia real, ambientada en Japón en los años ’70, y ejercitando un notable retrato sobre Eugene Smith, uno de los fotógrafos más destacados del siglo XX, colaborador de la revista Life, publicación que plasmara parte de la historia gráfica reciente de Estados Unidos. El título de la película refiere a la enfermedad homónima denominada por la ciudad de Japón, que fuera trágico centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio en 1956, causando un total de cuarenta y cinco víctimas, y afectando a la vida animal del lugar. El desorden neurotóxico, ocasionado por la ingesta de productos marinos contaminados, se convirtió en tapadera para los intereses de poderosos, y, el turbio maniobrar de la empresa contaminadora del río de la ciudad, en el objeto de denodada lucha contra el sistema al que Smith dedicó su vida y obra. “Minimata” nos retrata la valentía de un perfeccionista del arte fotográfico, batallando contra sus propios monstruos internos (se trataba de un alcohólico adicto a las anfetaminas), bajo la perspectiva de un idealista sorteando todo obstáculo burocrático habido y por haber, en pos de sacar a la luz la cruda verdad. El de Levitas es un acercamiento técnicamente impecable, instrumentador de un potente mensaje, y abundando en cuartos oscuros de revelados, que traen a nuestros sentidos vivos colores que mixturan rojos y verdes saturados. La maravilla del arte fotográfico cobra vida en un drama total, engrandecido por la inspiradora interpretación de un Depp decidido a colarse bajo la piel de del pionero reportero. Contenido y sin las estridentes excentricidades que plagaron su carrera, el doble ganador del Premio Golden Globe reencuentra su mejor forma histriónica. La exquisita banda sonora de Ruichi Sakamoto, premiado compositor de “El Último Emperador” (1987) y “El Renacido” (2013) suma finas capas de belleza a un film necesario. El fracaso en taquilla en propias tierras la convierte en una de las grandes incomprendidas de la pasada temporada.
El fotógrafo de Minamata es una historia que vale la pena contar, es una película franca, conmovedora, sobre cómo las comunidades pueden hacer frente a las corporaciones arrogantes y cómo los periodistas dedicados a las noticias pueden ayudarlas.
Una imagen puede valer más que mil palabras, pero muchas veces es necesario acompañarla de un testimonio impactante que llegue a la gente. Este es el caso de El Fotógrafo de Minamata, film que se estrena en cines el próximo 20 de octubre. William Eugene Smith (Johnny Depp) es un reconocido fotógrafo de la Segunda Guerra Mundial. En 1971, ya desganado y con dejos de estrés post traumático, es enviado por la revista Life a Minamata, una ciudad japonesa devastada por envenenamiento por mercurio, causada por la negligencia industrial de una corporación del país, y retratar sus efectos en los habitantes para lograr el reconocimiento tanto de la empresa -Chisso- como del gobierno de Japón. En esta cinta, Johnny Depp interpreta a una especie de Capitán Jack Sparrow, pero sin el acento ni tanto alcoholismo. Su personaje está lejos de ser una persona de la cual se puede empatizar. Sin embargo, es a través de su perspectiva que el espectador llega a conocer una historia con la que sí uno logra conectarse y hacer que todo valga la pena. El fotógrafo de Minamata es el segundo trabajo del realizador Andrew Levitas. Visualmente tiene momentos conmovedores y crudos, pero falla con algunas experimentaciones que no tienen sentido dentro de un argumento tan humano. También tiene un ritmo que puede sentirse pesado a lo largo de las dos horas de film.Aunque se toma algunas licencias con la vida de Smith, la película se basa en hechos reales que, aunque ocurridos hace 50 años, siguen teniendo repercusiones hasta la fecha. La contaminación ambiental por parte de las grandes empresas es una de las luchas globales que más cuesta. El poder sólo conoce el color del dinero.
El fotógrafo de Minamata se siente como un regreso a las fuentes de Johnny Depp dentro del cine independiente, a través de un proyecto personal que le permitió lucirse como actor después de mucho tiempo. El film retrata la historia del reportero gráfico W.Eugene Smith, quien desarrolló su carrera en la revista Life y trascendió por sus ensayos fotográficos relacionados con la Segunda Guerra Mundial y el desastre ambiental de Minamata. Una ciudad de Japón donde sus habitantes padecieron los estragos que generó la contaminación industrial ente comienzos de los años ´30 y fines de los ´60. La historia del film retrata el detrás de escena de lo que fue una de las labores más aclamadas del periodista por la visibilidad internacional que le dio a esa catástrofe humanitaria. El director Andrew Levitas reconstruye el caso con una narración que opta por no exagerar el argumento con el melodrama al mismo tiempo que elabora un homenaje honesto a la tarea de esta rama periodística. La composición que presenta Depp sobre Eugene Smith es fantástica y trae al recuerdo a ese artista que se disfrutaba a menudo en su etapa previa a Piratas del Caribe. A raíz de sus conflictos judiciales este film no tuvo demasiada difusión y es una pena porque sobresale entre los trabajos más interesantes que presentó en estos últimos años. Sobre todo por la enorme vigencia que tiene el tema en la actualidad en numerosas partes del mundo. Dentro de los aspectos más técnicos sobresale especialmente la banda sonora de Riuchi Salamoto (El último Emperador) que no pasa desapercibida y eleva la jerarquía artística del film. Si extrañaban al Depp de los ´90 este es un estreno que recomiendo tener en cuenta.
Johnny Depp acapara toda la atención en El fotógrafo de Minamata, una biopic sobre el célebre Eugene W. Smith El homenaje a W. Eugene Smith, uno de los fotoperiodistas más célebres del siglo XX, es el objetivo evidente de esta película producida y protagonizada por Johnny Depp que llega a la Argentina dos años después de su estreno en Estados Unidos. Depp apostó fuerte por este proyecto y de verdad su composición es notable: la capacidad que demuestra para combinar depresión con humor negro y una singular elegancia lo pone claramente por encima de un guion plagado de lugares comunes y golpes de efecto. AD Recluido durante un período de su vida en un barrio periférico de Nueva York, divorciado y con serios problemas económicos, W. Eugene Smith se reinventó a través de un viaje a Japón en el que realizó un magnífico trabajo fotográfico para la revista Life que probó con elocuencia los agresivos efectos de la polución industrial. Una historia de la vida real ideal para provocar un relato de ficción genérico, el del hombre de a pie contra las grandes corporaciones al que la película se aferra sin culpa, sumando además villanos estereotipados y demasiadas escenas que inducen a lagrimear, empujadas por una música un poco machacante que por lo menos hizo Ryuichi Sakamoto (y eso siempre se agradece). Finalmente, la obstinación por poner en primer plano la redención de un héroe individual -un asunto del guion- diluye un poco el rol de los propios japoneses castigados por la tragedia, que aparecen en la película apenas como satélites de la figura magnética y absorbente en la que Depp transforma a su personaje.
Johnny Deep compone al reportero W Eugene Smith La película rinde homenaje al fotoperiodista que dio a conocer un caso de contaminación ambiental en Minamata al registrar los efectos de la contaminación del agua en los lugareños. William Eugene Smith fue un reconocido reportero norteamericano que cubrió la Segunda Guerra mundial y, cuando ya estaba casi retirado y sumergido en el alcohol, se embarca en el año 1971 en un viaje a Japón para documentar los efectos del envenenamiento por mercurio en la población de la comunidad costera de Minamata. Parte de la obra de Eugene Smith se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y es objeto de análisis y reconocimiento. Pero es interesante como la película británica de Andrew Levitas elige retratar al mítico fotógrafo de guerra, protagonizado por Johnny Deep. W. Eugene Smith es un héroe incomprendido para el status quo de 1971, momento de estallidos sociales en todo el mundo. Casi retirado de la fotografía y embriagado día y noche producto de sus recuerdos de la contienda bélica que cubrió años atrás, se encuentra recluido en su taller de revelado hogareño, acosado por las deudas y distanciado de su familia. En este imaginario el personaje se construye como un héroe retirado que tiene una última chance de redimir su alma y, si bien se resiste al principio (como todo héroe que no acepta su destino), acepta el reto después y viaja a tierras desconocidas a intentar reinstalar el orden. Esta estructura narrativa ultra efectiva es utilizada en una película biográfica. Y funciona, porque parte del aura alrededor de W. Eugene Smith se debe a ese imaginario incomprensible desde los ojos contemporáneos: embarcarse en una lucha justa pero ajena sin otra razón que la causa social. Aparece muy bien en escena Bill Nighy como el director de la revista Life, un “amigo” de W. Eugene Smith que apoya desde el costado corporativo al fotógrafo al enviarlo a Minamata. De igual manera entran muy bien en escena los pares orientales Hiroyuki Sanada y Tadanobu Asano. El fotógrafo de Minamata (Minamata, 2020), presentada en el festival de Berlín, articula tres tipos de films, la biopic, la película de crisis ambiental y el film sobre fotógrafos (en donde juega estéticamente entre el color y el blanco y negro que inmortaliza los momentos). Tres paladines del cine contemporáneo que aquí se fusionan correctamente y, sin sorprender, cumplen con el objetivo de hacer una película homenaje con compromiso social destacando una manera peculiar de observar el mundo desde el lente de una cámara.
Andrew Levitas dirige este drama basado en hechos reales donde el célebre fotoperiodista de la revista Life, William Eugene Smith, es enviado a la ciudad japonesa de Minamata para fotografiar a la población devastada por el envenenamiento por mercurio como resultado de la negligencia industrial de la compañía química Chisso. Este drama pseudo biográfico basado en hechos reales resulta algo contradictorio y peculiar, ya que por momentos se atiene a la fórmula característica de este tipo de relatos y en otros instantes se dedica a intentar salir de la convención para contar con imágenes más poéticas tanto el desastre social y ecológico como el proceso creativo de un artista en el ocaso de su carrera. El largometraje se sitúa en los años ’70 y, como bien dijimos, sigue a W. Eugene Smith (Johnny Depp) que parece haber perdido el rumbo creativo y también su rol como padre y esposo. Eugene acumula deudas tanto económicas como afectivas y parece sumergirse en un pozo de autocompasión y desgano. Un día es abordado por Minami (Aileen) quien le comenta la situación desastrosa que está viviendo la gente de Minimata y le pide ayuda para mostrarle al mundo el desgarrador drama que está aconteciendo en tierras niponas. Al principio Eugene parece desestimar el pedido, pero luego, considerando sus escasas oportunidades y su mal pasar económico, le lleva la propuesta a su jefe de la revista (Bill Nighy). Poco a poco Smith se sumergirá en la comunidad de Minimata y no solo encontrará la oportunidad de volver a cobrar relevancia, sino que por otro lado se reencontrará con sus aletargados sentimientos. «Minamata» es un film que arranca y va desarrollándose de la forma pre configurada que suelen tener estos dramas biográficos con un protagonista desganado y cuyo tiempo de gloria ha pasado, que buscará la forma de salir del pozo y redimirse, justo cuando se da cuenta de la importancia de lo que está haciendo. No obstante, el film logra mantenerse a flote gracias a ciertos rasgos de franqueza a la hora de retratar a su protagonista, sin edulcorar su forma de hacer o incluso mostrando los verdaderos matices y maneras de actuar que lo vuelven más humano. A su vez, el compromiso de Depp en el rol principal, alejado del histrionismo y el exceso de gesticulación y maquillaje que suelen tener sus papeles predilectos, elevan su composición del fotoperiodista con un trabajo contenido y equilibrado. Realmente los conflictos y el drama parecen más reales gracias a esta aproximación y a la pulcra puesta en escena que además de priorizar un estilo próximo al documental, sabe combinar homogéneamente el material de archivo, junto con imágenes a modo de flashbacks de los celebrados días de Smith como fotoperiodista de la II Guerra Mundial (algo que le deja secuelas y queda muy bien plasmado con este recurso) y una dirección de fotografía exquisita que vira hacia el blanco y negro en los momentos en que el personaje principal está buscando inmortalizar ciertos instantes en sus fotografías. «El fotógrafo de Minamata» es una película que se beneficia del talento interpretativo de Depp, esta vez más sutil y matizado, y de ser «correcta» en casi todos sus aspectos sin destacar en ninguno. Un film que no gana demasiados puntos en originalidad pero que sabe aprovechar los hechos reales en los que se basa para brindar un relato prolijo y equilibrado.
Es una película conmovedora por muchas razones. Porque trata un tema de contaminación con consecuencias terribles. Y porque cuenta la historia de un famoso fotógrafo que se comprometió con el tema, logro que el mundo conociera ese horror y porque lo registro con fotos desgarradoras, especialmente una, que es famosa, admirable en su dolor. No es una gran realización la de Andrew Levitas – que también escribió el guión con David Kessler, pero si de visión imprescindible. En 1971, el editor de la famosa revista Life, le encarga al fotógrafo Eugene Smith un reportaje fotográfico. El profesional no está en el mejor momento de su vida, fue famosa su cobertura de la Segunda Guerra Mundial, pero acepta el desafío. Se trata de una pequeña ciudad costera, Minamata, cuyas aguas están contaminadas con mercurio. Su población tiene como principal alimento la pesca, que también esta envenenada y las consecuencias son graves enfermedades neurológicas. Aunque la población protesta, la corporación Chisso sigue contaminando. Hasta que se publican las fotos del horror en la revista Smith logra vencer las reticencias de una madre que finalmente permite ser fotografiada con su hija, de cuerpo deforme y en estado vegetativo, en una toma impresionante que hace recordar La Piedad de Miguel Ángel. El trabajo de Johnny Depp es un verdadero puntal del film.
Nueva York, 1971. Tras sus celebrados días como uno de los fotoperiodistas más venerados de la II Guerra Mundial, W. Eugene Smith se siente desconectado de la sociedad y de su carrera. La revista Life lo envía a la ciudad costera japonesa de Minamata, cuya población ha sido devastada por el envenenamiento por mercurio, resultado de décadas de negligencia industrial. Smith se sumerge en la comunidad y sus imágenes le dan al desastre una dimensión humana desgarradora. Tal la síntesis argumental del filme. Esta película biográfica se centra en el personaje del fotógrafo, de sus padeceres, sus conflictos, la relación que establece con quien lo contrata y de su trabajo de manera muy desigual, no hay uniformidad entre esas variables. En un
El fotógrafo de Minamata es una clase de película que a Johnny Depp le viene como anillo al dedo: es parca, un tanto abúlica, inexpresiva. Parecen ir bien de la mano, aunque, paradójicamente, Depp sale más airoso que en otras películas. Depp nunca llora, nunca se lo ve muy enfadado o afectado por las circunstancias, nunca grita, nunca ríe, generalmente esboza una sonrisa de maniquí tan artificial que se vuelve involuntariamente siniestro. Su Willy Wonka timburtoneano es un claro ejemplo de ello. Sus personajes no suelen verse sueltos, libres, no tienen gesticulaciones humanas: parecen estar siempre tensos, limitados por alguna represión interpretativa. En fin, Depp es tan frío como un témpano y en esta película algo de eso hay, si, pero en menor medida. A su W. Eugene Smith se lo ve más orgánico y menos hermético. Casi como si los años hayan curtido al actor y le hayan dado una soltura involuntaria que le sienta mucho mejor, más allá de los resultados artísticos de la obra que lo tenga como protagonista. En El fotógrafo de Minamata, el Eugene Smith de Depp es un tipo harto con la sociedad, esa tan convulsionada que atravesó los 70 en medio de cambios culturales de todo tipo, pero ante todo poblada de violencia y actos criminales varios. Su Eugene Smith existió en la vida real y algo de eso vamos a remarcar en la película. Un film de denuncia sobre un pueblo japonés que se ve afectado por las secuelas que genera el entorno de una fábrica química y la lucha de su gente para tratar de que se visibilice tal tragedia. Como Eugene Smith está harto de la gente, del entorno neoyorquino, de su trabajo como fotógrafo profesional, de su jefe, de la vida en sí, decide emprender viaje a Japón para ayudar a la gente que vive en las costas del país del son naciente…, pero más por influencia de una mujer que parece haberle movido el piso justamente en un momento de su vida donde todo se está yendo al tacho. Su viaje más allá de filantrópico, es una búsqueda personal, que lo relaciona no solo con su interior, además con la profesión que le da voz y prestigio. No sabe bien qué hacer con ello, aunque pareciera que desde hace años viene arrastrando esta clase de dicotomía sobre quién es, qué hace o hacia dónde se dirige. En El fotógrafo de Minamata, Depp se calza al hombro el relato, y eso se nota. Más allá de estar casi todo el tiempo delante de la cámara, la visión del mundo que impregna el film es completamente suya, la de Eugene Smith, que se fragmenta entre el tipo que ya no ve con ojos amorosos a la raza humana y el que encuentra en un grupo de personas afectadas por obra del progreso capital, afecto y contención. El relato, entonces, estará atravesado por dos cuestiones medulares y poco más: la del hecho real, que intenta ser preciso, humanista, conmovedor, y el viaje personal del hombre que hizo visible tamaño problema. Tal vez no es poco, pero el problema con El fotógrafo… es que tanto el conflicto personal como el social es abordado de manera distante, fría, casi con una lejanía quirúrgica. La fotografía ejerce de verdugo donde abundan los tonos grises, impregnando a la película de un sentimiento de quietud, pero también de poca organicidad. Que haya momentos donde la imagen de archivo intermitente se entremezcla con la ficción, más que dar una sensación de veracidad, de apoyo en lo real, lo que realza es la poca creencia que el director tiene sobre su obra. Creer que este proceder evoca en el espectador su fe, es no entender las bondades de la película a la hora de contar una historia. Es acceder a ese “bastón” que sostiene y da firmeza en un lugar (el cine), donde en realidad, siempre y cuándo se sepa cómo hacerlo, no hace falta su utilidad final. El film se reduce a ésto y poco más si bien no aburre, y jamás abandona lo que quiere contarnos, que no es mucho, y la idea se agota. En fin, al menos no tenemos a Depp en versión maniquí siniestro, lo que sí es un logro.
El fotógrafo de Minamata para resumirlo de manera muy simple, es Erin Brockovich pero versión dramática, oriental y lenta, con Johnny Depp. En el link la crítica escrita más formal; más la crítica radial, más informal, completa en audio o video. El fotógrafo de Minamata es una película dramática basada en hechos reales que cuenta la historia de un fotógrafo interpretado por Johnny Depp, que va a retratar las condiciones en las cual vive la gente de un pueblo que se llama Minamata en Japón, que ha empezado a enfermarse y a tener hijos con deformaciones importantes debido a la contaminación por mercurio de las aguas de la zona, de la cual es responsable la empresa química del pueblo, Que es la fábrica más importante de la zona, Y qué más trabajo da. el film retrata el viaje de este personaje que ha sido un fotógrafo famoso, que tiene un pasado que le pesa, y que ya está cansado, y piensa en su retiro. pero a su vez lo conmueve lo que ve en la zona, y los niños que tienen problemas importantes por esta contaminación. La película funciona bastante bien, pero es lenta y parece más un filme japonés que norteamericano, con la sola excepción de su estrella hollywoodense. Es una coproducción entre esos y otros países. el film está contado un poco de manera fría, por lo tanto, personas que se emocionaron con Erin Brocovich u otras películas de juicios, o de luchas contra fábricas importantes, o contra el sistema, como podrían ser The Rainmaker de Coppola, o algunas otras del estilo, quizás no se vean tan entusiasmados con esta propuesta. Sin embargo, la película entrega lo que promete, y trata un tema importante. Lamentablemente, en el final, en las escenas de los créditos el filme evoca a otros casos de luchas contra empresas que han generado contaminación, entonces el film se termina disparando en el pie, porque ese cierre tiene un tono más propagandístico, que no ha tenido el metraje antes de los créditos, que ha sido bastante artístico; y esto le baja un poco la calificación artística a la obra, porque es como si el director le hubiera importado más la propaganda que el arte y como que disminuye el valor del arte en sí mismo como si el arte porque sí no fuera valioso; y necesariamente tuviera que dar un mensaje importante, y eso le baja el precio al logro artístico del filme. Más allá de eso, es una película que funciona, y que tiene una recomendación limitada, dada su parsimonia, que al público que está acostumbrado a filmes más acelerados, le puede parecer lenta o inclusive aburrida, aunque objetivamente no lo es. Cristian Olcina
Un cronista fotográfico casi al margen de todo es enviado a un pueblo japonés a registrar una tragedia. Esa experiencia cambia su vida y, al mismo tiempo, le otorga un nuevo sentido. Es obvio que Johnny Depp comprende todo lo que significa actuar; el film se sostiene básicamente por él. Pero hay un tema interesante: el peso (incluso moral) de las imágenes, que no termina de tratarse más allá de su superficie.