El enemigo interior

Crítica de Leandro Porcelli - Cuatro Bastardos

El Enemigo Interior: Enfrentando al mundo en familia.
Tras 27 años de servicio militar, un hombre debe reintegrarse a la vida de civil con su familia. Pero a su esposa y sus dos hijos adolescentes les es tan difícil acoplarse al mundo moderno como a él.
Usualmente, el cine internacional se nos presenta con trabajos que tratan particularmente problemáticas o contextos con los que estamos poco relacionados. Llega a suceder incluso en Hollywood, aún cuando toda producción procura ser consumible fácilmente por todo el planeta, con algunos ejemplos recientes como Get Out o Handmaiden’s Tale que terminan siendo respuestas a problemáticas que muchos solo experimentan de forma indirecta. Una de las facetas negativas de esto es que por más que uno intente conectarse con un trabajo, puede resultar en definitiva imposible lograrlo, y que proyectos a los que se les puede perdonar algunos detalles terminen pareciendo menos valiosos que lo que corresponde.
Luego de un servicio militar de casi 3 décadas, un hombre regresa a su hogar definitivamente para iniciar una vida como civil y padre de familia. El problema es que quizás a su esposa e hijos adolescentes termine costándoles tanto como a él integrarse sin conflictos a la Israel contemporánea. El protagonista del film no es el padre sino toda la familia. Los cuatro, de forma mayormente equitativa, sirven para explorar tanto unas cuantas situaciones particulares de la Israel moderna, como de la sociedad humana en general.
Superficialmente la historia cuenta con puntos común para todos, pero con respecto a las temáticas más de fondo, la gran mayoría solo podemos relacionarnos a una distancia con las problemáticas exploradas. Aún cuando sus protagonistas se encuentran bastante bien interpretados, gracias a la labor de un elenco que logra imbuir a sus personajes con varias dimensiones, los mismos terminan una y otra vez mostrando comportamientos erráticos y sin fundamentados. Muy transparentemente, el guion, solo prioriza la comodidad de manejar a sus personajes como más le conviene en cada momento dado, sin molestarse en otorgarles las justificaciones necesarias para sus decisiones.
Tampoco es que ese sea el único problema narrativo: si todo guion arranca con una hoja en blanco, El Enemigo Interior parece haber continuado el suyo dejando unas cuantas igual de vacías. Consistentemente las situaciones y los diálogos de prácticamente todas las escenas de la película terminan siendo conversaciones inconclusas, interacciones entre personajes que por conveniencia narrativa eligen la comunicación más limitada y conveniente para el progreso de la historia. La película parece ocurrir en un mundo alternativo en el que las personas no tienen conversaciones completas, sino que comparten fragmentos incompletos de ideas poco claras, como si estuviesen pensando mucho como terminar lo que venían diciendo pero terminan rindiéndose sin concluir nada.
Cuando una producción esta considerablemente estilizada puede permitirse diálogos inconexos o intercambios inconclusos, jugándosela a como quedará en el productor final, pero el film mantiene siempre un tono extremadamente realista que hace resaltar negativamente estas situaciones. Los momentos en los que convenientemente para la trama los personajes dejan de comunicarse entre si aún en el medio de una conversación.
Por suerte lo que rodea al guion es otro tema. La realización nunca baja de lo decente, y combinada con actuaciones bastante corpulentas logran regalar un puñado de secuencias bastante valorables, pero esas lagunas siguen apareciendo constantemente a lo largo de toda la película. Hacia el final (cuando las historias van llegando a su climax) importa cada vez menos, pero es una característica particularmente irritante e injustificable que plaga la hora y media que dura la cinta.
Ya todos estamos acostumbrados a la comodidad que ofrece el cine hollywoodense, donde todo esta servido para que a nadie le cueste consumirlo y que trate de gustarle a la mayor cantidad de gente posible. Lamentablemente en este caso no vale la pena el esfuerzo de encontrarse a mitad de camino con la película. Pero si uno logra identificarse seguramente termine apreciando más un film que, independientemente de la receta, cuenta con ingredientes suficientes como para interesar y generar una buena sobremesa.