El desierto

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

El señor de las moscas

En el marco del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, y como parte de la Competencia Internacional; se exhibió en dos oportunidades la película El Desierto de Christoph Behl, alemán que reside en nuestro país desde hace más de quince años; y que tiene basta experiencia como documentalista.
En El desierto, Behl nos presenta a Ana (Victoria Almeida), Axel (Lautaro Delgado) y Jonatan , tres personas que por ciertas circunstancias pseudo apocalípticas deben convivir juntos en una casa, que funcionará como su nuevo bunker mientras intentan prevenir y evitar el ataque de los zombies que están poblando y consumiendo la cuidad.
A ambos jóvenes les atrae Ana. Ella por momentos se aprovecha de eso y durante un tiempo disfruta de estar con ambos, pero luego su relación con Jonatan se vuelve monogámica, y Axel queda relegado de su afecto. Así, mientras afuera el clima es sangriento y destructivo, puertas adentros la amistad comienza a deteriorarse, los silencios son cada vez más incómodos, y el hogar improvisado que alguna vez albergó a lo que Ana denominó familia, poco a poco va tornándose aún más opresivo que el exterior.
Lo mórbido se hace cada vez más presente en la atmósfera, primero en la creciente invasión de moscas dentro de la casa, luego con el ingreso de uno de los zombies que los hombres toman como presa en una de sus salidas al exterior, y finalmente con la lenta degradación tanto física como mental que los personajes van sufriendo; entre ellos un Axel que con el paso del tiempo y del padecimiento, va llenando su cuerpo con tatuajes de moscas.
En su primer largometraje de ficción, Christoph Behl entrega una película que incomoda y que a través de excelentes actuaciones logra a la perfección transmitir al espectador esa sensación de angustia y de asfixia que los tres jóvenes sienten al saber que su panorama no es favorable, y que su mejor opción tal vez poder dejar de sufrir y de sentir cualquier tipo de emoción humana, tal como ocurre con Pitágoras, el zombie que “adoptan”.