El desconocido del lago

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay una provocación en “El desconocido del lago” (Francia, 2013) por parte de Alain Guiraudie (“El rey del escape”) que si uno puede superar, principalmente por el impacto de algunos planos que pueden llegar a incomodar, se termina asistiendo a uno de los mejores policiales de los últimos tiempos, con imágenes de una maestría y belleza únicas.
En medio de la promiscuidad de una comunidad gay, que se frecuenta sin ningún tipo de prejuicio en un lago alejado de la ciudad, un joven llamado Franck (Pierre Deladonchamps) se sentirá atraído por Michel (Christophe Paou), alguien a quien esporádicamente ve en el lugar.
El calor del sol y la cadencia con la que los cuerpos se iran mostrando, potencian la ansiedad con la que Franck querrá encontrarse con Michel (intimamente) será enorme. Y esto pesea a haber asisitido a un hecho que podría hacer a otra persona alejarse. A Franck lo que sabe sobre Michel lo impulsa a necesitar estar aún más cerca del misterio que envuelve a su objeto de deseo.
Los cuerpos se muestran, se exhiben y en este mercado de carne humano en el que los espasmódicos gemidos acompasan el recorrido de las aguas cristalinas del lago, una nueva versión de “La ventana indiscreta” se gesta, con un inesperado interés por respetar las reglas y leyes del género.
Además, Guiraudie no se queda sólo con el deseo de Franck, sino que profundiza en la complicidad que éste generará con Henri (Patrick D’assumcao) para poder así lograr cierta intersección entre la tranquilidad necesaria para asumir su relación con Michel, pero ni esta amistad podrá evitar que ambos se relacionen.
Imágenes y enormes planos largos del paisajes, y silencios (no hay B.S.O.) con las que Guiraudie va construyendo la narración van quebrando la urgencia de los encuentros sexuales (explícitos) en el que el tánatos y el eros se oponen y se centrifugan entre los personajes de “El desconocido del lago”.
El saber que posee Franck, y también nosotros, además de ubicarnos en un lugar de voyeurs con la preponderancia que la historia brindará a los indicios que se van desplegando a lo largo de la trama.
La iteración de escenas (la llegada de los autos al lago, los rituales de conquista) como también la puesta al día de la sexualidad humana (acá al igual que en “La vida de Adele” se habla y se tiene sexo durante todo el largometraje), más allá de la vinculación social (en un momento el investigador le consulta a Franck “no les importa que uno de ustedes haya sido asesinado?”) y de cualquier sentimiento moral que se pueda llegar a tener.
La exposición total de los actores, como así también la incorporación del lago como un actante más en la historia generan un interés sobre el devenir de la trama más allá de cualquier acto sexual que se exhiba.
Queremos que Franck se aleje de Michel. Sabemos que su amistad con Henri no llegará a buen puerto. También reconocemos que el lago sabe más que nosotros, aún poniendo el director “todo” delante de nosotros la intriga y el suspenso avanzan de manera silenciosa.
Subjetivas, travellings, planos amplios y la religiosidad con la que se respeta al género policial hacen de “El desconocido del lago” un acontecimiento digno de verse en pantalla grande y sacar conclusiones por sí mismo.