El desconocido del lago

Crítica de Laura Dal Poggetto - Función Agotada

Sé lo que hiciste el verano pasado

En un año donde en Francia se aprobó el matrimonio igualitario, pero al mismo tiempo surgieron múltiples y violentas manifestaciones en su contra en varias ciudades del país, Alan Guiraudie presenta El Desconocido del Lago, un film que postula distintos tipos de relaciones –homosociales, homoeróticas y homosexuales) entre hombres.

Franck (el flaquísimo y alto Pierre Deladonchamps) frecuenta durante el caluroso verano francés un parador en el lago local que hace las veces de punto de levante para los hombres gay de la zona. Allí se hace amigo de Henri (Patrick d’Assumçao) un hombre de mediana edad recientemente separado de su novia, que va al balneario por la tranquilidad. También conoce a Michel (Christophe Paou), un bigotón bronceado que parece la versión francesa de Rocco Siffredi y con el que flirtea frente al reproche del novio de este último.

El film vira de un registro de la vida cotidiana en un balneario de levante a un policial, bajo el mismo tono realista y desprejuiciado.
Conformada por viñetas que siguen siempre a Franck en sus encuentros furtivos (y explícitos) en los bosques, sus charlas con Henri y sus chapuzones bajo el sol sofocante que pega en los cuerpos colorados y desnudos de hombres -jóvenes y viejos, flacos y gordos- en El Desconocido del Lago los otros personajes entran y desaparecen de los planos sin que sepamos su origen ni su destino, como el protagonista que a duras penas sabe quiénes realmente son más allá de sus nombres. Entre estas escenas se cuela (desde la mirada de Franck) el asesinato del novio de Michel y el film vira de un registro de la vida cotidiana en un balneario de levante a un policial, bajo el mismo tono realista y desprejuiciado con que el director y escritor Alan Guiraudie filma las relaciones sexuales entre sus personajes.

De la misma forma en que cada escena de El Desconocido del Lago implica una segmentación del registro prácticamente documental de la cotidianeidad de Franck y el parador, el director se acerca a los coitos del protagonista y sus conocidos como si los diseccionara. Como sintagmas sueltos, se suceden los planos fijos con torsos superpuestos, dos bocas que entrecruzan sus lenguas, una cara hundida entre las nalgas de otro, o una eyaculación sobre un abdomen.

Paralelamente, el entorno natural recibe el mismo tratamiento, en el que cada plano queda enmarcado el follaje y el lago, filmado con luz diáfana durante el día y sumido en una casi plena oscuridad en las escenas nocturnas. Pareciera que Guiraudie estuviese ilustrando un libro de ciencias naturales con la sección “el hábitat balneario de levante gay: su flora y fauna”.

Una afición por la biología (vegetativa y humana) no es el único indicio del siglo XIX en El Desconocido del Lago. Franck es un romántico que pide a sus partenaires sexuales del momento que lo besen cuando está por llegar al clímax y, como los del movimiento del siglo mencionado, no se pregunta a sí mismo por la linealidad con la que concibe a sus pulsiones eróticas y tanáticas al perseguir el cuerpo y el amor de Michel (el femme fatale con mostacho), pese a saberlo peligroso, y se arroja a él alegremente, dispuesto a destruir su ego en su unión. Henri funciona en este caso como un Ello, su protección y la autoconciencia que él no tiene. Con él, Franck explora –y Guiraudie propone- una noción del amor distinta, también muy presente en el romanticismo decimonónico: la de un amor puro, casto (Henri le reconoce haber estado con otros hombres en tríos que tuvo con su ex novia, pero no se identifica como gay), que inherentemente contiene un sacrificio potencial por parte de uno de los dos.

El inspector Damroder (Jérôme Chappatte), quien investiga el asesinato -y el otro único personaje heterosexual- también le provee sus advertencias al protagonista, pero desde una institución; una completamente heteronormativa como lo es la policía, la misma que durante mucho tiempo ha reprimido a la comunidad LGBTQ y que ha reforzado –junto a otras instituciones sociales- su marginalización. Que Franck no lo escuche, por lo tanto, puede obedecer a su carácter del ingenué o a no querer hacerle caso a un representante de quienes han perseguido a quienes son como él.

En la crítica original que escribí después de ver El Desconocido del Lago en el Festival de Mar del Plata, le reprochaba justamente el terminar sumándose a la (larga) lista de productos culturales que narran un romance gay dentro de una estructura trágica. Esto no quiere decir que El Desconocido del Lago no cuenta por momentos con un humor seco; desde los diálogos entre Franck y Henri hasta un gag con un masturbador serial, desarrollado a lo largo del film. Pero no puedo dejar de reconocer el equlibrado manejo del director para no establecer causas y consecuencias de forma lineal. Hay establecimiento sutil de cómo cierta clandestinidad –disfrazada bajo el tan francés laissez faire- en la que se enmarca, desde la organización de los paradores, a los hombres gays locales incide no sólo en las rutinas de éstos si no también en la posibilidad de que ocurra un asesinato y varios de los eventos posteriores a él. Pero Guiraudie jamás establece juicios al respecto, prefiriendo abrir el juego ante la mirada del espectador.

Pese al planteo triangular muy de manual del ingenuo en peligro, potencial asesino y héroe con destino de sacrificio (y que el film termine siendo otro producto que asocia el romance gay a la tragedia) El Desconocido del Lago construye admirablemente el surgimiento de una amistad franca entre dos hombres, en paralelo al pasaje del bucolismo veraniego a la tensión de un noir a plena luz del sol, entre yuyos crecidos y con el lago del fondo.