El depredador

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Shane Black es, sin ninguna duda a esta altura, uno de los más sólidos guionistas del cine de acción y comedia de Hollywood, sino el mejor, y tiene dos coincidencias respecto del estreno de esta semana que lo remontan a 1987: como actor fue parte del elenco de la primera “Depredador”, lo cual le da ventaja extra a la hora de entender la esencia. Como guionista, ese mismo año estrenó “Arma Mortal”, otro tanque que instaló un nuevo lenguaje en las películas de “antagonistas-que-luego-se-hacen-amigos” con esa dupla tremenda que armaron Mel Gibson y Danny Glover.

La acción con tintes de aventura, el humor, tanto negro como de diálogo, y el vínculo entre los personajes que escribe son sus mejores virtudes y las explota al máximo. Ahora le tocó relanzar o “renovar la sangre” de aquella emblemática saga que tuvo como protagonista al astro de acción Arnold Schwarzenegger. Precisamente de esto, de estrellas, es de lo primero que prescinde el director para abordar una nueva entrega. Se podría decir que estamos frente a un elenco prácticamente desconocido para el público corriente, lo cual resalta aún más la figura principal: el extraterrestre que llegó a la Tierra como cazador con tecnología de camuflaje que lo hacen casi invisible y un arsenal de armas blancas y de fuego como para aniquilar un ejército entero.

Hay un tole tole en algún lugar de la galaxia. Una nave va persiguiendo a otra y en ese escape dan con nuestro planeta. Uno de esos aterrizajes forzosos termina interrumpiendo la acción de un grupo comando en México de la cual Quinn (Boyd Holbrook) sobrevive y se escapa, no sin antes hacerse de algunas pertenencias alienígenas que le acarrearán varios problemas. Desde allí envía todo eso por correo a la casa de su ex, en donde también vive su hijo Rory (Jacob Tremblay, el prodigioso actorcito de “La habitación”, 2015), que padece trastornos mentales dentro del universo del autismo, aunque esta condición también viene acompañada por una inteligencia superlativa capaz de descifrar lenguajes extraterrestres.

Por supuesto que “El depredador” obedece a su mística de asesino implacable que va eliminando uno a uno, pero ésta producción se apoya por un lado en el humor como factor disuasivo de la trama, como si todo no fuese tan importante y solemne, y por el otro, en la inclusión de un niño de facultades asombrosas quién además termina siendo la llave que desencadena todo. Es más, hasta hay un lugar precioso (dentro de este contexto, claro) para no solamente bajar un mensaje contra la discriminación, sino para elevar la condición de chicos con características especiales al “siguiente paso de la evolución”, factor que además resulta en el nudo de toda esta cuestión.

Esta película no da lugar a respiro. Desde el comienzo en adelante va subiendo la intensidad, incluso cuando se van agregando personajes a la trama. Olivia Munn como una científica en el campo de la genética, y un grupo de soldados con trastornos de toda clase que terminan uniéndose para la batalla. Un grupo que, salvando las distancias y cantidad, remite a esos locos lindos de “Doce del patíbulo” (Robert Aldrich, 1967), aunque es cierto que están dibujados con brocha gorda, sin tiempo para desarrollar la riqueza que proponen.

Por supuesto que hay referencias de todos los colores para los más fanáticos. Aquellos que han seguido la historia podrán encontrarse con perlitas como un científico de apellido Keyes interpretado por Jake Busey (el hijo de Gary Busey, quien fue agente de la CIA en la segunda parte y ostentaba el mismo apellido de ficción) y varias más así.

Entre un buen elenco que cumple su rol, la figura agigantada del alien con rastas y un manejo de recursos técnicos bien dosificado, “El Depredador” se convierte en un buen hallazgo de esta temporada, con posibilidades de seguir adelante por este camino que el argumento expande como esquirlas (en conflicto en el espacio, el niño que descifra el lenguaje, los artículos que quedan en nuestro planeta, etc). Así es, parece ser que renace la saga, aunque los más viejos sigamos esperando que reaparezca Arnold algún día.