El décimo infierno

Crítica de Ximena Brennan - EscribiendoCine

El amor es ciego... y la locura lo acompaña

La ópera prima del escritor Mempo Giardinelli basada en su novela del mismo nombre, y dirigida junto al colombiano Juan Pablo Méndez Restrepo, es un ensayo sobre la locura depositada en la pareja clandestina que interpreta Patricio Contreras y Aymará Rovera, dueños y señores de la película en su totalidad.

Alfredo (Patricio Contreras) es amigo y socio de Antonio (Atilio Clavo Fanti) con quien comparte una inmobiliaria. Además es el amante de Griselda (Aymará Rovera), la esposa de su compañero, con quien mantiene una relación por demás carnal, pasional y enferma. Lo perverso continúa cuando Alfredo le pregunta a su pareja si debe asesinar a su marido. Lo curioso comienza cuando ella repregunta cómo lo harían. A partir de allí, las cosas tomarán un curso que sumirá a sus personajes en una profunda oscuridad.

El décimo infierno (2012) coloca toda la carga emocional y dramática en Alfredo, que es sin dudas quien lleva las riendas y toma las decisiones a lo largo de la trama. Hay una audacia evidente en Patricio Contreras a la hora de encarar su papel y poner su voz en off a la narración, lo que le brinda fuerza y efecto al relato. Los realizadores van dando forma a estos personajes tan iguales pero a la vez distintos, que comparten y conviven en la densa atmósfera del Chaco y Corrientes al mejor estilo road movie.

Desde la escena inicial, esa puesta inusual de un plano general que dura por lo menos cinco minutos y que muestra varias acciones a la vez, los directores deciden dejarle en claro al espectador que en esta película puede pasar cualquier cosa, pasando por la perversión, la demencia y los peores sentimientos que puede tener un ser humano. Por ello el relato va mutando según la desequilibrada mente de sus protagonistas.

Así como en la novela, Giardinelli y Méndez Restrepo quisieron dotar al film de las remembranzas del Infierno de La Divina Comedia, en la que Dante Alighieri hacía referencia a nueve círculos de castigo. El de la película en cuestión, el décimo, parece inventado para significar el peor de los pecados y castigos, donde todo desemboca en el no retorno tal como el inevitable destino de sus protagonistas.