El décimo infierno

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Truculencia y falta de sutilezas

No es sutileza lo que sobra en El décimo infierno , película escrita y dirigida en sociedad por el colombiano Juan Pablo Méndez Restrepo y Mempo Giardinelli, en su debut como realizador cinematográfico. En el inicio de la historia, una cena de amigos termina con un violento crimen: Alfredo (Patricio Contreras) mata de manera artera a su socio en una inmobiliaria frente a su propia esposa, Griselda (Aymará Rovera). Griselda y Alfredo son amantes desde hace tiempo y deciden escapar juntos. Lo que viene a partir de ahí es una sucesión de golpes bajos, efectismo y frases hechas pronunciadas por una voz en off que intenta puntuar el relato (la de Contreras, afectada hasta el hartazgo), pero que en realidad subraya lo que las imágenes muestran con poco refinamiento. Sin que medien demasiados justificativos, una pareja de amantes que se proclama cansada de la rutina y de las hipocresías se convierte en un dúo de asesinos a sangre fría que no perdona ni siquiera al pibe que trabaja repartiendo sushi. Filmada en el Chaco, provincia natal de Giardinelli -de larga trayectoria literaria-, El décimo infierno combina imágenes de innecesaria truculencia con parlamentos superficiales e insólitos: "cuando lanzás una bola a rodar sobre la pista, no podés controlar los palotes"; "con plata se sabe adónde ir y qué hacer"; "aprendí a transgredir por placer", por citar algunos. La pareja de repentinos inadaptados viaja a toda velocidad hacia la frontera con Paraguay, mientras discute cómo ocultarse del control policial como si estuviera resolviendo un asunto de decoración de interiores. Y, de paso, mata a un par de desprevenidos más. Se adivina la intención de contar una historia de malditos, pero es todo tan impostado e inverosímil que en algún momento hasta causa gracia. Pero no es justamente el humor voluntario lo que abunda en la película, cuyo final de pretendida gravedad también reserva una "sorpresa" que revela sobre todo la haraganería de los guionistas.