El clan

Crítica de Victoria Conci - La Voz del Interior

Lo primero es la familia

Por estos días se cumplen 30 años del momento en que la policía irrumpió en la casa de los Puccio y liberó a la empresaria Nélida Bollini de Prado, que permaneció secuestrada por más de un mes en la casona de San Isidro donde vivía la familia encabezada por el hasta entonces respetado contador Arquímedes.

El caso acaparó la atención pública y se convirtió en tapa de las principales publicaciones allá por la década de 1980, pero ahora el relato volvió a estar en boca de todos cuando el director Pablo Trapero puso el ojo en la historia para llevarla a la pantalla grande, al mismo tiempo que se espera una miniserie en los próximos días.

Entrevista con el director de "El Clan", Pablo Trapero: "Viví esa época como una ficción"
Arquímedes Puccio fue conocido por liderar una banda que se encargaba de secuestrar y asesinar personas, aprovechando los contactos con el gobierno militar para operar con impunidad. Pero Arquímedes no actuaba solo, su familia, formada por su mujer y cinco hijos, también estaba involucrada en los secuestros, aunque con diferentes grados de responsabilidad.

En El Clan, Trapero hace foco en los últimos años de los Puccio antes de ser descubiertos, haciendo más hincapié en la relación familiar que en los hechos delictivos. La trama se centra en el jefe del clan y su hijo mayor, interpretados respectivamente por un impecable Guillermo Francella y por Peter Lanzani, que se pone al hombro la película y se destaca por lejos entre el reparto.

Uno de los aciertos del filme está en que no es necesario conocer el caso para entenderlo y disfrutarlo, y lo más probable es que al salir del cine sea incontenible el impulso de buscar más información sobre los hechos.

El director de Elefante Blanco pone en contexto al espectador con los datos históricos justos y necesarios, apelando a noticieros y diarios de esos años, además de contar con una muy buena recreación de la época. Lo mismo ocurre con la música, que termina de anclar al espectador en los '80, aunque en este aspecto el recurso por momentos resulta excesivo. Y si bien es cierto que ayuda a contrarrestar tanto dramatismo, al mismo tiempo es agotador.

El Clan reproduce un permanente contraste entre la vida en apariencia normal de la familia, con sus conversaciones triviales en la cena, la tarea de los chicos, los logros deportivos del hijo mayor o las aspiraciones de ascenso social, y la crueldad con que se desarrollan los secuestros y asesinatos a unos cuartos de distancia.

Es en el personaje de Alejandro en el que recaen con mayor fuerza los conflictos fruto de esta doble vida, ya que debe lidiar con la presión de su padre por formar parte del negocio familiar pero al mismo tiempo con su vida amorosa y sus aspiraciones como jugador de rugby.

La película de Trapero, que va y viene en el tiempo para ir sumando y develando información a lo largo de la trama, se luce más en la segunda mitad que en la primera. El ritmo y la tensión crecen significativamente cuando promedia el filme y llegan al final con un desenlace impactante.