El clan

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Padre padrone

Esta producción, basada en hechos reales acaecidos en la Argentina a mediados de la década del ‘80, es sin duda uno de las mejores que se estrenaron este año en la cartelera vernácula, lo que no es poco decir.

Su nivel de construcción, su acertado manejo de los tiempos, la dirección de arte escudriñada hasta el mínimo detalle; la fotografía con la consabida preferencia por los tonos oscuros que tiene el director, la elección de los planos, el montaje, (con inclusión de material de archivo, si bien no imprescindible, son de algún modo esclarecedores), sumado a los excelsos encuadres, en esta oportunidad de manera empática al montaje, muy del orden del clasicismo, porque el texto así lo requería. El diseño de sonido establecido, buscado incluyendo de manera intencional y condicional una magnifica banda de sonido, con temas no sólo contemporáneos a la historia, sino en función de complementar al relato.

Por supuesto que la vedette parece querer instalarse en las actuaciones, Tal como decía Jean Claude Carriere en su texto “La película que no se ve” (Paidos), “Napoleón ya tiene para siempre el rostro de Marlon Brando….”, a partir de ahora se podría decir que Arquímedes Puccio tendrá, desde el imaginario popular, el rostro de Guillermo Francella, tal la maravillosa composición que hace del personaje el actor argentino, personaje siniestro, sórdido, de una frialdad absoluta, un déspota más que un padre.

Su contrapunto, al mismo tiempo que su partenaire, no le va en saga. ¿Será que desconocía al actor? Qué puedo decir, que me sorprendió más gratamente la interpretación de Peter Lanzani, con mucha variedad de recursos actorales que van desde la mirada, o la expresión facial, hasta el manejo del cuerpo, de manera alternada o simultanea, circulando por un sinfín de sensaciones, emociones encontradas, o en contradicción. Él es en esta ficción Alejandro Puccio, el hijo mayor de la familia.

En realidad todo el elenco tiene una performance notable, y cuando algo de este orden sucede, entonces es dable reconocer como hacedor al director del filme.

Pablo Trapero ya había dado muestras de ser un gran narrador, posiblemente reconocido como gran pintor de lo lúgubre, creador de climas de manera insoslayable. Sin embargo en ésta última producción circula por otros andariveles, construye un filme que se deja ver.

Como si los hechos sucedieran de manera natural, estamos viendo una realización, pero al mismo tiempo nos lo hace vivenciar. Por lo cual comienza a perder importancia el origen de la historia, real, ficción, recreación, da igual, para los que vivimos en la Argentina en esos años, los que nos sorprendimos con la noticia en su momento, el disparador trae recuerdos inmediatos, para aquellos que no, nada les quedará a medias tintas.

La obra está estructurada como una gran analepsia, comienza casi por el final del relato y seguidamente retoma sobre el principio de la historia, y se estructura de manera progresiva, con algún racconto necesario sobre la prosecución de la primera escena, sin saltos, ni melodramas, ni golpes bajos.

Espacialmente nos encontramos en la localidad de San Isidro (en una zona que por entonces todavía se conocía como primer cordón industrial, hoy de pobreza), Argentina, provincia de Buenos Aires, comienzos de los años ‘80.

La muy bien construida imagen de una típica familia del tradicional San Isidro no era más que una fachada, en esa casa, común y corriente, se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y asesinato de personas.

Arquímedes, es el líder, planifica los operativos, manipulando a Alejandro, su hijo mayor, estrella del club de rugby CASI, jugador del mítico seleccionado Los Pumas, lo somete a voluntad: su padre le exige identificar a los posibles candidatos y se aprovecha de su reputación para que no desconfíen.

No todos los integrantes de la familia son cómplices, algunos ignorantes de los sucesos, (no hay peor ciego que el que no quiere ver), otros, como ejemplo la esposa de Arquímedes, es en mayor o menor medida encubridora de este accionar macabro, al mismo tiempo haciendo usufructúo del dinero de los rescates, Todos integrantes de una familia católica observante: menos pregunta Dios y perdona, tal como reza un dicho popular español.

Si bien la mayor parte del filme se apoya en desarrollar la relación de ese padre con ese hijo, todos los elementos que componen el núcleo familiar termina por desplegar el interrogante eterno: ¿Eva Braum era inocente?

PD: Ya vislumbro la versión yankee de “El Clan”, pero sin Marlon Brando.