El ciudadano ilustre

Crítica de Hernán Khatchadourian - Diario Popular

Martínez es profeta en su tierra

La tercera película que estrena Oscar Martínez en un año es en realidad la consagración definitiva de sus dos directores, Gastón Duprat y Mariano Cohn

Este 2016 parece ser el año de Oscar Martínez. A la muy buena Koblic y la excelente Inseparables, ahora se le suma El Ciudadano Ilustre que termina de encumbrar a este actor que no necesita ninguna presentación para el público local.
Lo cierto es que Martínez no cuenta con una filmografía muy vasta comparada con su carrera y hasta 2014 contaba con solamente 16 películas en cuarenta y tres años de trayectoria. Pero desde 2014, el actor se ha venido dedicando con plenitud a este arte y por eso se lo pudo ver en Relatos Salvajes, La Patota y las películas antes mencionadas.
En El Ciudadano Ilustre, Martínez interpreta a Daniel Mantovani, el primer escritor argentino en ganar el Premio Nobel de Literatura, que tras recibir ese galardón siente que se encuentra en el ocaso de su carrera y sufre un bloqueo que le impide escribir por un período de cinco años.
Las novelas de Mantovani se caracterizan por retratar la vida de los habitantes de Salas, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires en el que nació y al que no ha regresado hace cuarenta años, ni siquiera para enterrar a su padre.

Sin embargo, eso va a cambiar cuando, entre las numerosas invitaciones que le acerca su asistente, encuentre una carta de la Municipalidad de Salas en la que lo invitan a recibir la medalla de ciudadano ilustre, en el marco del festejo de un importante aniversario del pueblo.
Daniel descubrirá que su viaje no será sólo para regresar triunfalmente al pueblo que abandonó hastiado sino también un viaje al pasado en el que se reencontrará con viejos amigos, amores y paisajes de su niñez y adolescencia, y volverán a sacar a la luz tanto las afinidades que todavía lo atan a Salas así como las insalvables diferencias que lo transformarán rápidamente en un elemento extraño y perturbador para la vida del pueblo.
Es entonces cuando la calidez de la gente desaparece y se multiplican las controversias que irán llevando a Mantovani muy lentamente hacia un punto sin retorno; lo que revela a su vez las dos formas irreconciliables de ver el país: el rechazo a la mirada crítica que él representa en sus novelas frente a la defensa nacionalista de los lugareños.
La película retrata en clave de comedia negra estas dos visiones contrapuestas que vienen generando divisiones entre los argentinos desde la época de la Revolución de Mayo, pero que los directores muy hábilmente han sabido dosificar de manera equilibrada en la producción; y sin tomar partido por ninguna de las dos.
Pero Duprat y Cohn no se conforman con esto y van dejando caer sutilmente una bajada de línea continua sobre estos temas desde el inicio hasta el último fotograma del film, así como también aprovechan todos y cada uno de los espacios vacíos en cada cuadro para ir pintando toda la iconografía representativa de los pueblos de la provincia de Buenos Aires.
Lo que en una primera instancia puede parecer algo muy analítico, es en realidad una maravillosa comedia que es más bien una pintura de las costumbres argentinas, de la idiosincrasia local, y de cómo se cuestiona a las personalidades en el país cuando éstas no actúan "como la gente quiere que actúen".
Algo también muy destacable es la manipulación del espectador que hacen los realizadores mediante una serie de planos que se cierran sobre el protagonista, y que impiden ver lo que está sucediendo alrededor y que aumentan la sensación de angustia ante lo que puede o no suceder en los próximos segundos.
En el plano actoral, no sólo se nota una muy buena elección de actores (Dady Brieva como el amigo pueblerino –algo que también le había tocado en suerte cuando hizo la voz de la grúa de Cars-, Manuel Vicente como el intendente de Salas, Andrea Frigerio a cara lavada como la ex novia) sino también una acertadísima dirección que culmina con la risa del espectador.
Si hay una película que va a ir a ver este fin de semana, que sea El Ciudadano Ilustre. No se va a arrepentir.