El chico de la bicicleta

Crítica de Federico Rubini - Cinematografobia

LA SIMPLEZA DE LO COTIDIANO
Confirmación de una estética

Los hermanos Dardenne son cine destilado. Ambos realizadores han logrado, con el tiempo, ser dueños de una impronta de autor marcadísima, un carácter propio que convierte a cada uno de sus films en un manifiesto cinematográfico, en una propuesta ideológica que traspasa al cine (o viceversa) y le da al espectador una visión particularísima de un mundo que ya nos es cercano. Las relaciones familiares, del vínculo padre-hijo, la denuncia social, varias son las temáticas a las que recurren estos cineastas para hacer eso que tan bien hacen: lograr que el cine parezca una consecuencia, una necesidad- no por el hecho de ser necesario, sino por su factor de desprendimiento de lo real, por su condición descriptiva del mundo que nos rodea. Es un cine honesto, directo, que no da vueltas. Los hermanos Dardenne nos miran a los ojos en cada película que realizan, y es en este diálogo en donde radica su mayor cualidad: la sensación de que la historia (o, mejor dicho, el relato) de sus films no es ni contexto ni trama, sino realidad. Allá en Francia, aquí en esta calle, a lo lejos en algún barrio- aquel chico, mi padre, nuestros amigos; todos su escenarios y personajes funcionan porque no poseen otra función que esa: simplemente viven y existen y vivirán y existirán. Films como El chico de la bicicleta destruyen sabiamente los tabúes que rodean al arte cinematográfico y lo transforman en algo común, algo innato del hombre: recortan la realidad y nos ofrecen un espacio para observar al mundo y los actos cotidianos no como engranaje de una trama sino como condimentos- como hechos- de esa gran macro-historia que resulta la vida misma.

Samantha y Cyril, figura maternal y figura del hijo, en una escena del film.
El relato nos adentra en la historia de Cyril (fantástico Thomas Doret), un chico que se encuentra en un hogar para niños ya que no tiene madre y su padre se encuentra ausente. Cyril, en un comienzo, tiene nada más un objetivo: buscar su bicicleta, que, según él, está en la casa de su padre. Luego, al escaparse de su "prisión" y llegar a su anterior departamento, comprueba que tanto su padre como su bicicleta han desparecido. Una extraña, Samantha (la bella Cécile de France), le compra a un niño la bicicleta de Cyril y se la devuelve. Así, se entabla entre Cyril y Samantha una entrañable relación, marcada por dos ejes- por dos caracteres, dos personajes, ambos extremos en su esencia: Samantha y su altruismo y contención absoluta hacia el niño, y Cyril, egoísta y caprichoso, naif y aventurero. Cyril tarda en entender lo que los espectadores comprendemos casi desde el comienzo: que Guy (nuestro amado Jérémie Renier, el protagonista de Elefante Blanco- a estas alturas casi un argentino más), el padre del niño, no quiere estar con él. Así, su búsqueda resulta desde su inicio un intento desesperado de restablecer el orden perdido, de volver a los orígenes, la búsqueda de un objeto inhallable por su inexistencia. Es entonces que mediante la insistencia de un niño que, en su condición de infante, no comprende las acciones adultas y las consecuencias de las mismas, vivimos la evolución de los personajes y asistimos al crecimiento de Cyril, quien en el final comprenderá la magnitud del accionar de cada uno y el valor de los afectos.
Es difícil entablar un eje de análisis con respecto a El chico de la bicicleta. Los Dardenne son reconocidos por su simpleza en lo formal, de lo que se desprende la honestidad de la que hablamos anteriormente (entiéndase que se trata de una "falsa" honestidad, ya que cuando hablamos del cine, realmente no se puede hablar en términos absolutos de verdad o mentira). La cámara en mano es ya la marca registrada de estos cineastas, al igual que los planos secuencia de gran duración. Lo interesante de marcar en este film es algo que no estaba presente en ninguno de las anteriores obras de los Dardenne: la utilización de la música incidental. Particularmente, del comienzo del adagio del Concierto para Piano No. 5 de Beethoven. Esta se presenta ocasionalmente en cuatro situaciones distintas, siempre en momentos clave de la historia: justo luego de la bella escena en que Cyril duerme contenido en los brazos de Samantha, luego de la ausencia del padre, luego de que deja el dinero y hacia el final. Luego, en los créditos, los cineastas belgas permiten que la partitura suene completa.

La relación entre padre e hijo es un tema recurrente del cine de los Dardenne.

Hay en el film marcados diálogos de tipo intertextual con otras películas. La más evidente es la relación que se entabla con Los 400 golpes, de Truffaut. Su protagonista presenta muchas similitudes con Cyril- sobretodo el acto de correr. Corren y corren, y Cyril incluso anda en bicicleta, allí donde Antoine corría. Y hay en lo formal una gran escena que resulta un guiño clarísimo: un plano lateral, cámara en mano (desde un auto) siguiendo a Cyril a toda velocidad por aquel barrio francés. Nos remite directamente a esa maravillosa corrida final de Antoine, escapando del reformatorio. En ambas escenas, todo es silencio. Los protagonistas corren (o andan en bicicleta) escapando de algo, escapando de todo. No miran hacia atrás, sólo hacia adelante. Se trata de una muy lograda secuencia, una hermosa creación de estos cineastas que no hacen otra cosa que ratificar su dominio del lenguaje cinematográfico.
Leí un dato muy interesante suministrado por los hermanos Dardenne de la mano de mi colega Roger Alan Koza en su blog: El chico de la bicicleta presenta también como rasgo sumamente interesante la utilización de los espacios. Hay tres lugares definidos en el film que se destacan por sobre el resto: la casa-peluquería de Samantha (la protección, la contención, la seguridad del hogar), el bosque (funciona como contrapunto de la casa de Samantha, es el lugar en donde no hay ley, en donde el delito se hace forma y cobra protagonismo) y la estación de servicio, aquel lugar de paso- un no-lugar- en donde el protagonista obtiene información relevante para su búsqueda. Así, el espacio es para los Dardenne un factor decisivo al momento de trazar su intención formal.
Una nota al pie para finalizar este pobre análisis, que nada tiene que ver con él pero me interesa mencionarlo: muy pocas salas proyectaron el film en Buenos Aires (en DVD). Yo asistí en la semana de su estreno al Cinema City General Paz. El primer día que fui, llegué media hora antes y las entradas se encontraban agotadas. Compré entonces mi entrada para el día siguiente. Vi el film en primera fila, con la sala llena, rebosante de gente de todas las edades. Nunca creí que vería un film de los Dardenne en tales condiciones. Eso habla mucho del grado cultural de nuestra ciudad. Que viva el cine.