El buen amigo gigante

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

“¿De qué murió?” preguntó uno, a lo que el otro respondió “de filmar por encargo”. Así bien podrían plantearse la situación entre dos espectadores que salen de ver “El buen amigo gigante” (USA, 2016) o simplemente “El BAG”, reciente producción dirigida por un Steven Spielberg que se va desdibujando en cada escena que presenta de la propuesta.
Si con “Tintín” ya había conocido el sabor amargo de no terminar de llegar al público, en esta oportunidad, una vez más, termina por desconcertar tras la lograda “Puente de Espías” (USA, 2015), por citar sólo uno de los casos más recientes.
Acá, Roahl Dahl sirve de inspiración para una historia fantástica, que comienza con un misterioso ser que se mueve sigilosamente por las calles de una ciudad que bien podría ser Londres, pero también cualquier recoveco que en los años 60/70 del siglo pasado se hubiese quedado parado en el tiempo.
Además del misterioso ser, una niña llamada Sophie (Ruby Barnhill), huérfana, habitante de un hogar para pequeños sin familia, curiosa, inquieta, será “secuestrada” por el BAG y llevada a tierras lejanas en donde éste habita.
Sophie, sorprendida, porque entiende que el BAG, el gigante, de buen amigo nada, y que intentará comerla como si fuese uno de los asquerosos alimentos a los que éste está acostumbrado a ingerir.
Pero no, Sophie conocerá la verdadera faceta del gigante, un ser sometido por sus pares, también gigantes, quienes acuden a verlo para que pueda solucionarles temas de salud o algún detalle menor relacionado a la ropa y alimentos.
Entre ambos se forjará una amistad entrañable, hasta el punto, que aún a expensas de poner en riesgo su propia integridad, el BAG, defenderá a Sophie de los intentos del resto de gigantes, que querrá encontrarla para comerla.
Durante la primera parte del filme, Spielberg acompaña a los amigos en su viaje de conocimiento mutuo, acercando la propuesta a otros filmes anteriores del director como por ejemplo “E.T”, en el que un ser “extraño” conecta con un “terrestre” y a partir de allí la épica del filme desandará los caminos por los que el encuentro y conocimiento devuelven una entrañable historia de amor y amistad.
Pero en ese filme, Spielberg supo poner todo, alma, pasión, esmero, inventiva, etc., mientras que aquí, al excederse en efectos visuales generados por computadoras, todo suena muy artificial, tanto, que hasta por momentos se distorsiona el verdadero vector de la historia.
“El BAG” luego desarrolla la narración hacia un lugar en el que la unión de Sophie y el BAG, junto con la Reina de Inglaterra (Penelope Wilton), deberá detener la posible invasión de los malvados gigantes que viven acosando a éste en la Tierra.
Ya para ese entonces la película pierde su encanto y se vuelve un sinfín de bromas escatológicas acerca de gases, del vocabulario inventado de el BAG y otras cuestiones de las que Spielberg nunca pudo volver, que terminan por configurar un producto menor y artificial, dirigido para personas que fueron niños en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, ubicando el filme dentro de la obra de un autor que debe enfocarse, inevitablemente, en sus propios proyectos para seguir cautivando al público.