El buen amigo gigante

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Vuelve Steven Spielberg al cine familiar con El buen amigo gigante.
En El buen amigo gigante Steven Spielberg es protagonista de varios reencuentros: Mark Rylance, ganador del Oscar por la anterior película del director, Puente de Espías; John Williams componiendo la banda sonora; guión de Melissa Mathison (quien escribió E.T. y a quien está dedicada esta, la última película que escribió antes de fallecer en noviembre del año pasado). Pero además, El buen amigo gigante también significa dos primeros encuentros: con Roald Dahl y con Disney. El resultado es una película encantadora a simple vista, bastante infantil sin embargo, capaz de retratar temas tan adultos como la soledad, la marginación y la amistad.

La trama comienza de manera sencilla. Sophie (interpretada por una niña llamada Ruby Barnhill, que hace su debut en el cine ni más ni menos que con este protagónico) es huérfana y vive en un orfanato donde no se halla. Por las noches no puede dormir, así que se distrae paseando sola por el edificio o leyendo en su cama iluminada con una linterna. En medio del silencio de su cuarto, es más susceptible a oír y percibir lo que sucede en la calle. Y cuando se anima a salir, descubre primero a través de una mano grande como un cubo de basura, y luego se revela como un “monstruo”. Éste inmediatamente la rapta, sabe que no puede dejarla ahí después de que lo haya visto.

Así empieza la aventura. Sophie es raptada por este gigante que la lleva a una tierra desconocida para los humanos, donde vive con otros de su especie, aunque él sea el de menor tamaño. Es que al poco tiempo de llegar al hogar de este gigante, Sophie descubre primero que no es un monstruo malvado, y segundo, que los de su propia especie lo burlan y lo marginan, y claro, se quieren comer a la niña a la que él protegerá.

La primera parte de la película es sin duda la más atractiva, especialmente a nivel visual. A Mark Rylance lo podemos reconocer aunque su personaje tenga unas orejas exageradamente grandes.

Mientras que los otros gigantes sólo cuentan con las voces de actores como Jermaine Clement y Bill Hader.

No obstante, es en la segunda mitad donde la historia parece avanzar. Cuando los ahora amigos, Sophie y El buen amigo gigante, BFG por sus siglas en inglés, descubren el plan de los otros gigantes que consiste en raptar y comerse a los niños de Inglaterra. Como BFG trabaja con los sueños, logra hacer una especie de inception a la reina y acuden a su ayuda. A partir de este momento, las secuencias en el castillo son más bien de un humor simplón, demasiado infantil, y que quizás hasta parece salido de sketchs. No obstante, más cerca del final, el film vuelve a lograr su fuerza inicial.

Es cierto que a grandes rasgos, El buen amigo gigante no está entre los mejores trabajos de un director que hace películas de buenas en adelante, y que su narración y su humor entre infantil y demasiado tradicional puede no llegar a atrapar al espectador más acostumbrado a un cine “infantil” donde todo sucede de manera más rápida y efectista. Eso la convierte en una película que probablemente sea mejor apreciada por los adultos que por los niños.

El buen amigo gigante es un cuento lleno de magia, con buenas actuaciones y la imprescindible banda sonora de John Williams, aunque es posible que en algún momento comiencen a hacerse sentir las dos horas y que algunos gags sean demasiado infantiles.