El arte de la guerra

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Kun fu y melodrama

“El kung fu es una competencia de detalles. Si rompo algo, usted será la vencedora”, responde desafiante, pero con mucho respeto, el personaje de Tony Leung al de Zhang Ziyi. Ella había expresado sus reparos sobre un enfrentamiento entre ellos que destruiría un precioso salón. Wong Kar-wai hace caso al lugar común que asegura que quienes se pelean en realidad se aman, y este duelo entre dos imposibles amantes, que a lo largo de ese impresionante combate tienen especial cuidado de no arruinar ni una pieza de la antigua vajilla de porcelana china, es la mejor secuencia de El arte de la guerra.

En esa lucha coreografiada como un baile, y con más ánimo de amar que de destrucción, salta a la vista que El arte... es como todas las películas de artes marciales. A diferencia de buena parte del género, Wong Kar-wai no reserva el momento inolvidable de su película para el final (aunque allí habrá otra agradable sorpresa).

El arte... narra la leyenda de Ip Man, quien se convertiría en el mentor de Bruce Lee, pero este traje de kung fu que viste orgullosa la película sirve como disfraz para contar la historia de China a través de un romántico melodrama, especialidad del director. Por más que Wong Kar-wai vuelva a las artes marciales, el director de Felices juntos no se desentiende de su interés melodramático, su pasión por la Historia ni de sus llamativos encuadres llenos de colores saturados.

El arte... combina el romanticismo de Ang Lee en El tigre y el dragón, la obsesión pictórica de los combates de Zhang Yimou en Héroe y la mítica épica de Takeshi Kitano en Zatoichi, por nombrar éxitos de las artes marciales que impusieron una curiosa mezcla entre pretensiones artísticas elevadas y algunas piñas por debajo del cinturón.

La pelea inicial, donde Ip Man enfrenta a un sinfín de oponentes, es un problema que el cineasta no termina de resolver. No tanto en ese exceso visual que implica detenerse en cómo una cabeza y una pared se parten al mismo tiempo, como en la decisión de contar la vida de Ip Man retrocediendo los tiempos de la historia desde ese punto, privando al espectador de la tensión por esa y otras peleas.

Ip Man aclara: “El kung fu tiene dos caracteres, uno horizontal y otro vertical. Los que están equivocados, caen; y el único que tiene razón es el que queda en pie”. El melodrama histórico se alza en El arte ..., una película donde el poder de noqueo de Wong mandó a la lona al mismísimo kung fu.