El aprendiz de brujo

Crítica de Martín Fraire - País 24

Manual del film taquillero

¿Qué hace a una película diferente a la otra? Pues a Jerry Bruckheimer parece no importarle demasiado. Porque si a la historia del elegido que debe aprender las técnicas necesarias para derrotar al mal (Mark Hamill como Luke Skywalker se defendía de pelotitas voladoras mientras era supervisado por Alec Guiness en plan Obi Wan Kenobi) sumamos la magia como elemento rutilante (¿recuerdan al ratón Mickey vestido de mago en Fantasía?) reservado sólo para seres especiales, agregamos unos cuantos elementos, un holgado presupuesto en efectos digitales y habemus película.

Pero si una cinta como “El aprendiz de brujo” ni siquiera se toma en serio a sí misma y se ríe desde los homenajes que realiza, pues, alguien más que el personaje principal aprendió la lección.

La historia cuenta la leyenda de Balthazar (Nicholas Cage) un alumno de Merlín que tras una traición de Maxim Horvath (Alfred Molina, siempre convincente) deberá buscar al Supremo Merliniano, un hechicero capaz de vencer las fuerzas malignas. Sin embargo, el destino quiso que el supuesto heredero de tal poder sea un joven estudiante de física nuclear que reside en Manhattan. Ahora Balthazar deberá enseñarle todos los trucos que conoce a su aprendiz, para poder derrotar la amenaza juntos.

Si bien la preedulcorada y utilizada-hasta-el-hartazgo historia del chico común que se encuentra en medio de una guerra fantástica no suena para nada original, sí hay algunos méritos que pueden rescatarse en este título. En primer parte, la participación de Jay Baruchel, el joven actor que –luego del fracaso que resultó esa joyita en televisión llamada Primer año y que emitió la Fox en 2001- se anima a protagonizar una cinta después de su buen paso por Una Guerra de película junto a Ben Stiller. Baruchel se lleva aquí los momentos cómicos con total naturalidad, todo un acierto en el casting.

Por otro lado, el buen tino del director Jon Turteltaub para mezclar la multiplicidad de géneros que la cinta ofrece, a diferencia de lo que había sucedido con su fallido trabajo anterior (la saga La leyenda del tesoro perdido, también con Nicholas Cage como actor y Jerry Bruckheimer como productor). En este título la acción, la comedia, la aventura, la fantasía y los efectos especiales hacen un combo predigerido, sí, pero con la simpatía suficiente para entretener a la platea más joven que bien sabe disfrutar de la estética videoclipera y las secuencias exageradamente frenéticas que ofrece “El aprendiz de brujo”.

Y puede que el film peque de ingenuo al mostrar pasajes/secuencias ya vistas en varios de estos productos hechos con manual de taquilla: a los ya mencionados, sumamos el nerd con poderes especiales, el eterno sabio corrompido por un suceso del pasado, los amigos enemistados, la famosa decisión que no permitirá volver atrás (parafraseando a Matrix, a Cage sólo le faltan las correspondientes pastillas azul y roja) y un largo etcétera.

Para dejarlo claro. La película es una sucesión de batallas espectacularmente planificadas y una música que por momentos resulta invasiva; es una fórmula siempre reciclada en Hollywood pero que una vez más, parece funcionar. La pirotecnia exacerbada le gana a la historia y el interés se radica plenamente en el marco visual. ¿Entretenimiento banal? Seguramente, pero si uno se entrega al juego, tal vez pueda llegar a pasarla bien.