El Apocalipsis

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

La mala racha de Nicolas Cage o la crónica de un fiasco anunciado

El Apocalipsis llega a las pantallas con intención de reflexionar sobre las profecías bíblicas y la posibilidad de que la humanidad esté transitando el "fin de los tiempos".

La Biblia, Nostradamus, la civilización maya... Dios lo anunció, y hombres de diversas épocas han profetizado sobre el llamado "fin de los tiempos".

Misteriosas alegorías o pasmosas precisiones, nos han venido anunciando que, de un momento a otro, el planeta en que vivimos puede decidirse a devolvernos con creces el mal que le hemos hecho, o en términos cristianos, Dios segará el trigo y separará la paja del grano.

Los creyentes rezan; los escépticos dudan; los agnósticos siguen adelante sin considerar más allá de su razón.

El hecho es que, inserto en una u otra corriente, los cinéfilos tienen por delante El Apocalipsis, otra película-catástrofe, para el caso, de vertiente cristiana, que procura reflexionar acerca de las Sagradas Escrituras, a través de un relato de acción.

Se basa en la serie de los libros religiosos Left behind (Dejados atrás), y es remake de la película protagonizada por Kirk Cameron en 2001, que tuvo dos secuelas con éxito relativo.

No corre mejor suerte esta nueva versión, donde Cage interpreta a Rayford Steele, un piloto comercial que en el día de su cumpleaños decide tomar el mando de un vuelo hacia Londres junto con una azafata-amante, y para huir de su esposa, una fundamentalista religiosa que agotó la paciencia de su marido y sus dos hijos procurando convencerlos de la venida del Apocalipsis.

Su hija mayor se cruza con él en el aeropuerto, donde la muchacha conoce a un famoso cronista de guerras y desastres ambientales.

La cosa se vuelve mucho más seria cuando la noticia deja de ser ajena y sobre la faz de la Tierra y su cielo desaparecen, sin aviso previo ni explicación racional alguna, todos los niños y las personas de bien.

La película parece avanzar, como el avión que se muestra, con poco y nada de combustible, las comunicaciones cortadas y el tren de aterrizaje roto, y un final que se salva por media nariz del desastre.