El agente de C.I.P.O.L.

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Estúpida, sensual Guerra Fría

Guy Ritchie nos conquista a pesar de sus defectos en esta versión de la serie de los ‘60 'El agente de C.I.P.O.L.’.

El agente de C.I.P.O.L. es una película sexy, pero no porque haya sexo ni cuerpos desnudos sino porque es atractiva, magnética, exhuberante. No funciona todo el tiempo, y llega un momento en que la trama se embrolla demasiado y la narración no acompaña con la claridad suficiente, pero ya no importa: nos abandonamos a ese ambiente italiano de los '60, a ese soundtrack extraordinario y a la picardía de Guy Ritchie para contar las escenas en formas totalmente originales.

No ví la serie original de los '60 en la que está basada, pero seguramente habrá conservado el aire de Guerra Fría y esa atractiva relación de sociedad y competencia entre los agentes Napoleon Solo (Henry Cavill) e Ilya Kuryakin (Armie Hammer) -nombre que inspiró a la banda de Dante Spinetta y Emanuel Horvilleur-. Acá se les suma la alemana Gaby Teller (Alicia Vikander, una especie de Audrey Hepburn que coge) para formar un trío de espías a caballo de la Cortina de Hierro, en busca de unos nazis y una bomba.

Este está siendo un año muy pródigo en grandes películas de acción, con la séptima entrega de Rápidos y furiosos, Mad Max y Misión Imposible: Nación secreta. El agente de C.I.P.O.L. puede entrar en ese grupo aunque es la más imperfecta de todas: no mantiene el interés durante las casi dos horas y está a mitad de camino entre el clasicismo de Misión Imposible y la originalidad de Mad Max. Pero los momentos altos, son muy altos.

Hay algo tarantinesco en Guy Ritchie, en su idea de sacrificar la lógica y el sentido en favor del impacto visual y la coreografía interna de las escenas y las secuencias. Y en eso juega un papel fundamental la música. Sin los hallazgos de Tarantino -la melodía egipcia reversionada por el surf rocker Dick Dale no tiene parangón-, el soundtrack de El agente de C.I.P.O.L. es de los más estimulantes que escuché en los últimos tiempos. Además del tema original de la serie, de Jerry Goldsmith, hay una excelente selección de temas italianos -suenan Rita Pavone y Luigi Tenco, entre otros- ensamblados a la acción con un buen gusto formidable.

Pero en lo que se destaca El agente de C.I.P.O.L. respecto de sus compañeras de grupo de grandes películas de acción del año es en la pata romántica. Seguramente es gracias a la sensualidad contenida en ese pequeño cuerpo de 1,66 y vestiditos sesentosos de colores pastel que porta la sueca Alicia Vikander combinada con la torpeza de chongo ruso de Armie Hammer, pero la relación entre los dos agentes “orientales” es irresistible y el beso que se demora con picardía es promesa de lujuria sin que asome siquiera un centímetro de ropa interior.

Pero además de la dupla Vikander-Hammer está la heredada de la serie original: Hammer-Cavill. Esa es la gracia que adivino tenía la serie de los '60 y acá se replica, aunque la película no esté centrada ahí. Un espía norteamericano y otro ruso, con sus distintas idiosincracias, trabajando juntos pero a la vez rivalizando, viendo constantemente quién la tiene más grande en una competencia que, finalmente, no es sólo de virilidad sino de ideología y de sistema de valores. Ritchie y su coguionista Lionel Wigram -no sabremos hasta dónde metieron la cuchara acá los ejecutivos de la Warner- tomaron la decisión de que en muchas oportunidades el ruso supere al norteamericano, sobre todo cuando pela gadgets pero también cuando pelea. Ritchie tiene una ventaja y la aprovecha: cuenta su historia décadas después de que Occidente ganó la Guerra Fría y se permite jugar con esa distancia.

Occidente ya tiene a la chica y Ritchie, como buen seductor que se levantó a Madonna, sabe que suma puntos si se hace el loser. Y su película es eso: un hombre o una mujer que nos conquista gracias a sus defectos.