Dulces sueños

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

Basada en el libro homónimo y autobiográfico de Massimo Gramellini llega a los cines, Dulces sueños, la nueva película de Marco Bellocchio.
El joven Massimo (Dario Dal Pero) gozaba de una infancia feliz junto a su madre: jugaban a las escondidas, cantaban y bailaban, miraban películas y, sobre todo, disfrutaban del tiempo juntos. Hasta que su madre falleció cuando él sólo contaba con nueve años. Treinta años después de dicho acontecimiento, Massimo (ahora interpretado por Valerio Mastandrea) no logra superar el dolor que le dejó aquella pérdida.

A través de múltiples flashbacks y flashfowards la película irá del pasado al presente contantemente para profundizar en la historia del protagonista. Es que para poder comprender al triste y solitario Massimo actual es necesario mostrar cómo siguió la vida de aquel niño que sufrió una pérdida tan grande. Este recurso narrativo es lo único que le da un poco de vida a una película que se sumerge en la monotonía.

Si bien Dulces sueños se centra en un tema interesante como lo es la muerte de un ser querido (en este caso de una madre), peca a la hora de buscar la lágrima fácil del espectador en algunas ocasiones: como en el momento en el que se lee un texto que parece ser sacado de esas páginas motivacionales de Facebook.

La película podría haber sido más interesante si lograba profundizar en asuntos tales como las mentiras que se esconden detrás de las historias familiares, muchas veces con el pretexto de cuidar a los más pequeños. En cambio, las cuestiones que rodean la muerte de un ser querido son eclipsadas por el único foco que hace la película: la depresión que sigue vigente en Massimo después de treinta años.