Dulces sueños

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Jugando a las escondidas con la mamá, la verdad y las pérdidas

Mássimo le pregunta a su profesor qué hay más allá de lo que está en el mundo. ¿Antes reinaba la nada? Quiere saber dónde empezó todo para poder saber dónde termina la vida. Tiene una duda que le da tregua: ¿cómo murió su madre, por qué lo dejó tan solo y dónde está ese más allá al que la habrían enviado? Cuando preguntó, no se lo respondieron. Y siente que todos le mintieron. Su padre le ocultó la verdad y la iglesia le dio metáforas. Pero su madre ya no está y ese chico de 9 años no se resiste a creer que murió. En pleno velorio pretende abrir el cajón para saber si allí está ella, esa madre algo turbada, que cada noche le deseaba dulces sueños y que fue llenando su vida de amargas pesadillas. Y pregunta: antes que el mundo empezara ¿qué había? El profesor le explicará a ese adolescente taciturno que ni la ciencia ni la filosofía tienen la respuesta, que sólo la fe podrá echar un poco de luz.

Film denso, que se alarga innecesariamente con subtramas muy forzadas (la carta; el millonario suicida), que se apoya en personajes que van y vienen y que a veces adopta un discurso demasiado explicativo.

Monocorde, serio y reflexivo, retrata con melancolía y algún exceso retórico, el tembladeral emocional que vive Massimo. Lo muestra en tres momentos de su vida: como níño, como adolescente y como hombre maduro.

Pero siempre triste, distante, sin certezas, enfrentando en silencio sus dudas y sus pérdidas. Porque se quedó sin madre, sin padre, sin infancia y sin futuro. Y sin conocer la verdad. Un día vuelve a su casa materna y allí por fin, entre sus fantasmas, podrá saber al fin qué le pasó a su madre, una revelación que lejos de aliviarlo le sumará más dudas a ese hijo abandonado que ahora, al fin, podrá empezar. Bellocchio nos dice lo que nunca está de más recordar: si no ajustás cuentas con el pasado, no se puede mirar de frente al porvenir.

Hay una escena donde se ve a Massimo y su mamá jugando las escondidas en la casa. Ella se acurruca dentro de una caja y el nene se desespera cuando no puede encontrarla. Es una escena casi anticipatoria. El juego de la infancia no acabará nunca para este hombre dolorido. Massimo se la pasará buscando por todos los rincones a esa madre atormentada que un día decidió esconderse para siempre.