Duelo al sol

Crítica de Néstor Burtone - Otros Cines

Cacería en el desierto

Michael Douglas reinterpreta al emblemático Gordon Gekko en un film de acción con un guión demasiado arbitrario.

Hubo un momento relativamente reciente en el que Michael Douglas dejó atrás las aspiraciones de prestigio y reconocimiento para empezar a reírse de sí mismo. En Duelo al sol lo hace replicando a su emblemático Gordon Gekko ahora en plan vacacional, ya que la anécdota argumental se reduce a un millonario engreído y soberbio llamado Madec dispuesto a desembolsar todo el dinero que sea necesario con tal de cazar a un carnero al borde la extinción.

Claro que lo que terminará cazando no será un animal sino a un hombre, Ben (Jeremy Irvine), un humilde baquiano de Nuevo México al que contrató para que opere como guía y rastreador. Construidos a pura contraposición, Ben y Madec se internan en las profundidades del desierto, al tiempo que empiezan a vislumbrarse las primeras tensiones de un vínculo que terminará rompiéndose definitivamente a raíz de un hecho que conviene no revelar.

El film es el relato de una cacería humana narrado por Jean-Baptiste Léonetti con buen pulso y oficio, ayudado por la siempre distópica geografía desértica para acrecentar la sensación de inhospitalidad y desamparo. Los problemas de Duelo al sol aparecen cuando la anécdota se estira no tanto por la lógica propia del relato sino por artilugios de un guión demasiado forzado que incluye, entre otras cosas, mapas, agua y una gomera en medio del desierto.