Dredd

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Atosigante parafernalia de efectos audiovisuales

No es una remake y tampoco una secuela de la versión norteamericana exhibida en nuestro país con el título de El juez , que en 1995 dirigió Danny Cannon, con la pésima actuación de Sylvester Stallone, que le valió el premio Golden Rapberry al peor intérprete de ese año.
Por el contrario, Dredd 3D es una nueva adaptación de la historieta Judge Dredd, creada por el británico John Wagner y el español Carlos Ezquerra, que comenzó a editarse en 1977.
El escenario de la historia, que se desarrolla en un futuro post apocalíptico, es Mega City One, una ciudad que se extiende entre Boston y Washington y crece verticalmente, estratificando a sus habitantes, que en su gran mayoría son marginales.
En Mega City One no hay comisarías ni puertas giratorias, pero persisten los policías corruptos. La criminalidad es combatida por policías/jueces, que patrullan las calles montados en motos, persiguen, juzgan, sentencian y castigan sin apelación. Y por supuesto, son de gatillo fácil.
El principal y más eficiente policía/juez es el incorruptible Dredd, una leyenda viva de la ciudad, una suerte de robot humano, "justicia armada" o Rambo futurista y fascista, que viste uniforme y usa un casco que impide ver su rostro, salvo su boca.
A Dredd le encomiendan intervenir en un triple asesinato ocurrido en un edificio conocido como Peach Trees, un "elefante blanco" que posee doscientos pisos.
Dredd concurre acompañado por la novata Cassandra Anderson, quien carece de experiencia, pero está dotada de una insólita capacidad: puede leer la mente de las personas y ver a través de las paredes. ¡Casi nada!
En los últimos pisos de Peach Trees instaló su cuartel general Madeleine Madrigal, más conocida por su apodo de Ma-Ma, una ex prostituta devenida en narcotraficante, que exhibe una cicatriz en su mejilla derecha.
Con una multitud de secuaces, produce y comercializa una nueva droga denominada Slo-mo, abreviatura de "slow motion", que le genera a quien la consume la sensación que el tiempo pasa a una velocidad cien veces menor que la real. En el filme se muestra dramáticamente ese efecto.
Ma-Ma se adueñó de la central de control inteligente de Peach Trees y cuando Dredd y Cassandra se introducen en el edificio, ella ordena cerrar las puertas y ventanas metálicas, para que ya nadie pueda entrar o salir.
Y allí comienza una guerra salvaje y extremadamente cruel, que ocupa el noventa por ciento de la película y la convierte en una de las producciones más violentas de la historia del cine.
El británico Pete Travis hace un buen uso del 3D, que aquí es auténtico y no "trucho" como en muchos filmes de Hollywood. Pero abusa de los ralentis (cámara lenta) y apela a juegos de artificio visuales (cristales que explotan y caen como copos de nieve), que nada aportan a la historia.
En medio de ese trajín ultra violento y una atosigante parafernalia de efectos audiovisuales, las actuaciones carecen de importancia.