Dragon Ball Super: Broly

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

“En arte no hay progreso”, reza un viejo axioma que podría aplicarse al animé o, al menos, a esta Dragon Ball Super: Broly. Porque aunque la saga está próxima a cumplir 35 años, el adulto neófito que tenga aquí su bautismo de Dragon Ball no percibirá muchas diferencias entre las aventuras de Goku y aquellas ochentosas de Mazinger Z en cuanto a estética y animación. El doblaje al español neutro contribuye a la analogía.

El argumento, en cambio, sí es un poco más complejo. Como en las dos películas anteriores de la franquicia -hay, en total, veinte medio o largometrajes- en este aspecto estuvo involucrado el mismísimo creador de Dragon Ball, Akira Toriyama, que escribió el guión y diseñó los personajes. Con elementos tomados de diversas mitologías, cuentos de hadas, Superman y Star Wars, entre las fuentes más reconocibles, la acción empieza en el pasado y repasa algunos de los hitos de esta historia, de modo de hacerla accesible a los no iniciados.

Así, se muestra la llegada de Freezer al poder, cómo este villano destruyó el planeta de los saiyajin y cómo se salvaron de esa aniquilación Goku y el príncipe Vegeta, entre otros. Uno de ellos fue Broly, el personaje novedoso de esta película, que ya había aparecido en otras películas, pero sin la bendición canónica de Toriyama, que ahora lo remozó.

Aquí, Broly es un saiyajin que de bebé fue desterrado por el rey Vegeta por temor a que le hiciera sombra a su hijo. Creció entrenado por su padre en un planeta lejano: Freezer lo descubre y lo usa para sus fines, como reunir las siete esferas del dragón.

Todo es un largo prólogo para llegar al clímax característico de Dragon Ball: un combate. En este caso, entre Goku y Vegeta contra Broly, el poderoso saiyajin convertido en una suerte de Danny The Dog al servicio de su padre. Esta pelea se lleva un tercio de la película y es un bombardeo de sonidos, colores y luces capaz de dejar al borde de la epilepsia al más indiferente. Los padres sobrevivientes a esa batalla pueden sentirse orgullosos de haber superado otra prueba de amor por sus hijos.