Dos días, una noche

Crítica de Christian Julián - Cinergia

Si hay algo que caracteriza a los hermanos Dardenne, es que las tramas de sus películas son por demás mundanas, es decir, la gran mayoría de la gente podría sentirse muy identificada con sus personajes y la historia que ellos ofrecen. Tras su último film El niño de la bicicleta (The Boy With The Bike, 2011) los belgas nos traen Dos días, una noche (Two Days, One Night), el cual se centra en la crisis económica que hoy vive Europa y la aborda de manera muy profunda.
Marion Cotillard, quien es claramente la máxima atracción en este relato, interpreta a Sandra, una empleada de una planta bioquímica quien fue despedida luego de haberse tomado una licencia consecuencia de una crisis nerviosa. La única forma que tiene de volver a conseguir su empleo, es convenciendo a sus ex compañeros –en un fin de semana- a que renuncien a sus bonos de euros los cuales les fueron otorgados por haber reducido el número de empleados. Pero Sandra también vive otra realidad paralela en su casa, si bien el contexto en el cual vive la ha llevado a su crisis, su gran desafío doméstico es no transmitir estos sentimientos a su hija y su esposo. Esto se vuelve inevitable de a momentos, los llantos son espontáneos, la presión que su situación laboral causa es apenas contrarrestada por la presencia de su marido. Podríamos concebir esta película como una crítica social –desde el punto de vista artístico- al presente que vive Europa en su economía, la labor de la protagonista se vuelve cada vez más dura, ya que está pidiendo a sus amigos nada más ni menos que renunciar a un puñado importante de dinero en épocas de crisis económica. También tenemos que resaltar el papel de su marido, interpretado por Fabrizio Rongione, quien es el sustento emocional de Sandra, quien debe hacerse cargo de su hija en los momentos en los cuales ella no puede dar presencia.

Sin dudas esta película no sería la misma si la actriz fuese otra. Una Marion Cotillard que sostiene la vértebra de esta película de forma constante, de aspecto exhausto, flaca, interpreta a la perfección a una madre con trastornos depresivos. Este aspecto, en combinación con el contexto actual que envuelve al viejo continente le otorga un realismo imponente a esta historia. Otra perla en el haber de estos talentosos realizadores belgas.