Dora y la ciudad perdida

Crítica de Jessica Blady - Filo.news

Dora y la Ciudad Perdida es Indiana Jones con Girl Power

La simpática nena de Nick Jr. creció, pero sigue al pie del cañón con sus extrañas aventuras y su espíritu extrovertido.

Si bien, todos confiamos en la calidad de casi todos los proyectos de Nickelodeon, cualquier aproximación live action de sus series animadas no hace un poco de ruido. Así ocurrió con el anuncio de “Dora y la Ciudad Perdida” (Dora and the Lost City of Gold, 2019), aventura 100% familiar basada en “Dora, la Exploradora” (Dora the Explorer, 200-2014), la serie educativa e interactiva de Nick Jr., protagonizada por la intrépida pequeña y su simpático compañero, el mono Botas.

La película de James Bobin, responsable de “Los Muppets” (The Muppets, 2011) y su secuela, pero también de la fallida “Alicia a Través del Espejo” (Alice Through the Looking Glass, 2016), nos mete de lleno en la jungla (peruana, brasileña, no estamos tan seguros porque todos los países latinoamericanos se parecen, pero debería ser peruana), donde Dora y sus reconocidos amigos, Mapa, Mochila y su primo Diego, no dejan de imaginar las odiseas más descabelladas. De entrada, el realizador deja bien en claro que esta historia está recargada de humor, autorreferencias y un poquito de parodia, ya que nunca se toma nada en serio (ni a sí misma) y es, ahí, donde reside gran parte de su éxito.

A pesar de que la nena crece, Diego vuelve con sus padres a la ciudad, y ella sigue creciendo y criándose entre los peligros no tan peligrosos de la selva, la historia (y su joven protagonista) nunca pierde la ingenuidad… y la necesidad de romper la cuarta pared de vez en cuando, recordando aquella interacción que tenía con la audiencia.

Así, el mundo de la Dora adolescente (Isabela Moner) se vuelve a reducir a Botas, mamá Elena (Eva Longoria) y papá Cole (Michael Peña), dos profesores que dedicaron su vida a la exploración y a la búsqueda de Parapata, una antigua ciudad inca que, según dicen, contiene el tesoro más grande de esta extinta civilización latinoamericana. Ahora, con 16 años, la jovencita debe viajar a la ciudad de Los Ángeles para reencontrarse con su primo (Jeff Wahlberg) y su familia, asistir a la escuela secundaria y socializar con otros chicos de su edad, mientras sus padres emprenden el último tramo de su travesía rumbo a este descubrimiento tan sensacional.

Más perdida que Cady Heron, Dora intenta encajar sin perder su frescura y sus extraños rituales que avergüenzan a su primo, le ganan los odios de Sammy (Madeleine Madden) -la odiosa cerebrito de la clase-, y el afecto inmediato de Randy (Nicholas Coombe), un nerd con pocos amigos. Durante una excursión escolar al museo los cuatro deben hacer equipo y, mientras suman puntos para su trabajo práctico, son secuestrados por mercenarios que los llevan derechito de contrabando a Perú. Claro que los malos están detrás de Parapata, sus riquezas y el mapa de Dora, donde sigue minuciosamente movimientos de sus padres.

Por suerte, Alejandro Gutiérrez (Eugenio Derbez), explorador y profesor de la Universidad de San Marcos, quien dice conocer a sus papás, decide rescatarlos y ayudarlos a volver a casa o, en el caso de Dora, reencontrarse con sus seres queridos, desaparecidos desde hace varios días. Acá comienza la verdadera aventura, cuando la chica y sus compañeros de travesía deben trabajar en equipo para sortear todos los obstáculos que presenta la jungla, y a los villanos que les pisan los talones, incluyendo a Swiper (voz de Benicio del Toro), un zorro ladrón y escurridizo que no representa, específicamente, a los de sus especie.

Una familia muy particular
“Dora y la Ciudad Perdida” no intenta ser realista, ni súper original desde su argumento. En cambio, utiliza todos los lugares comunes y clichés del género aventurero y sus más grandes representantes como Indiana Jones (y sus clones), para romper todas las reglas a la manera irreverente (y un poco bizarra) de Nickelodeon. El resultado es una historia entretenida y disparatada que apunta a los más chicos -su función didáctica no pasa de moda-, pero también incluye la complicidad de los grandes.

El hecho de que la protagonista sea un poco más grande ayuda a la credibilidad de la trama, porque no nos imaginamos a nenes de jardín paseándose por la selva amazónica. Claro que tampoco existen las ciudades encantadas y los zorros con antifaz, pero dentro del universo creado por Bobin y los guionistas Nicholas Stoller y Matthew Robinson, la locura se sostiene, más cuando los muchachos deciden ponerse alucinógenos y escatológicos, sin ninguna restricción.

Pero lo mejor de “Dora y la Ciudad Perdida” es la inclusión, cortesía de un elenco de ascendencia latina y la representación de su cultura, sin necesidad de caer en estereotipos o burlas. Por momentos, es un poco caricaturesca, pero los mismos personajes son los que abrazan esta idiosincrasia con la que cualquiera puede relacionarse. De paso, suma algunas cuestiones sobre la adolescencia y el madurar, aunque sin necesidad de perder la esencia y las costumbres. Todo a su favor para disfrutar con los más chicos, en parte, gracias al entusiasmo y la autenticidad de su joven protagonista.