Django sin cadenas

Crítica de Vicky Vázquez - Cine & Medios

Esclavitud y justicia en tempo de Western

Quentin Tarantino vuelve a escribir y dirigir, y elige el género del western para tratar el tema de la esclavitud en Estados Unidos, situando la acción apenas un par de años antes de la Guerra de Secesión. Y si bien a priori la combinación puede resultar algo extraña, el personaje de Django, un esclavo liberado capaz de enfrentar a quien sea para rescatar a su esposa, la va justificando a medida que avanza el filme.
Desde el momento en que el Dr Schultz (una excelente actuación de Christoph Waltz, que es el principal pilar de la historia) lo libera -literalmente rompe las cadenas a las que hace alusión el título- Django (Jamie Foxx) se convertirá en un personaje particular. Pronto aprenderá a ser un caza-recompensas junto a Schultz, y demostrará tener los reflejos y la inteligencia que nadie espera de un hombre como él. Es decir, de un "hombre de color".
En contraposición, Tarantino elige retratar burlonamente al hombre blanco norteamericano de
esa época (Schultz es la excepción porque es alemán). La escena de la reunión del Ku Klux Klan encabezada por Don Johnson, y todo el personaje de Di Caprio abundan en torpezas y estupidez.
Son esos los momentos de comedia del filme, que combina -de manera extraña tal vez pero con un resultado que funciona-, el western clásico, algunos toques de humor, y escenas de tortura en campos de algodón como en la serie “Raíces”.
Desde “La Cabaña del Tío Tom” a esta parte, mucho se ha escrito y filmado sobre la esclavitud en Estados Unidos, sin embargo lo que hace peculiar la mirada de Tarantino es la creación de esta figura de pareja de héroes que se enfrentan a punta de pistola con un sistema social opresivo.
La violencia que caracteriza el cine de Tarantino tiene en esta película un amplio marco para desarrollarse y mostrarse. Desde los pistoleros del Western, a las variadas formas de castigo de los esclavistas, el derroche de sangre y crueldad también recorre un amplio margen que provoca desde rechazo a risas en el espectador, según sea a qué se aplique.
En lo que respecta a las actuaciones, se destaca por sobre todo Waltz, y muchos secundarios,
mientras que Foxx y Di Caprio sólo cumplen. También es muy buena la banda de sonido, liderada por un tema de Ennio Morricone, que, así como la tipografía elegida, remite invariablemente al Spaghetti Western.
Por otra parte es inevitable ver en esta película, que a pesar de ser algo larga no se lo hace sentir al espectador, un discreto compendio de corrección política. Los hombres blancos no sólo son algo carentes de inteligencia, sino que necesitan a sus esclavos para que, discretamente, los “ayuden” a tomar decisiones; y también, de paso, se cuestiona la efectividad del sistema de justicia por mano propia de la época.