Después de nosotros

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

¿Qué queda después del amor, de un matrimonio que no funcionó? Joachim Lafosse retrata en Después de nosotros la dolorosa agonía de una pareja que ya no mira para el mismo lado.
Marie y Boris alguna vez se amaron y vieron un futuro en conjunto. Compraron y construyeron una casa y tuvieron dos hijas gemelas. Hoy, después de vaya uno a saber cuántas y qué cosas pasaron (¿acaso importa cómo se rompió algo que ya está hecho pedazos y no se puede remendar?), se encuentran distanciados, tan lejos como cerca, conviviendo forzosamente bajo un mismo techo. Porque Boris no tiene un sustento económico que le permita irse a vivir solo sin antes dividir en partes iguales el patrimonio de la pareja. Pero la mayor parte del patrimonio le pertenece a ella, que compró la casa. Aunque él fue quien gastó dinero y trabajo para reformarla.

Así, gran parte del film gira en torno a la economía de la pareja (a la que alude el título original), porque vivimos en una sociedad y en una época donde sin eso no somos nada. El tema es que en el medio están las niñas, que son testigos de sus discusiones y sufren a veces en silencio y a escondidas, otras escondiéndose detrás de juegos.

Lafosse utiliza una única locación (excepto cerca del final, cuando sucede algo importante que no conviene adelantar) y varios planos secuencias para retratar a estos dos personajes que van y vienen y casi nunca se encuentran aunque estén en un mismo cuarto. Si se encuentran, pueden terminar a los gritos, o quizás bailando, o quizás teniendo sexo sin importancia, o quizás volviéndose a gritar. Esa única locación no sólo torna al film algo cercano al drama teatral, sino que también genera cierta asfixia, claustrofobia, pero a la larga es donde siempre terminan volviendo, un personaje más, testigo del derrumbe de este matrimonio.

Bérénice Bejo y Cédric Kahn son los encargados de ponerles el alma y el cuerpo a estos dos personajes tan complejos en su individualidad como en pareja. Bejo y su mirada triste, su impotencia ante un hombre al que ahora desconoce y alguna vez amó. Kahn y su aparente fragilidad y creencia en que quizás no todo está perdido, combinado con cierta dosis de aparente egoísmo.

Lafosse deja ser a sus personajes y así entrega casi dos horas que a simple vista se perciben lentas, pero porque son duras y dolorosas, y terriblemente realistas. La película duele casi tanto como las ilusiones rotas. Los silencios, las palabras, los gritos, hasta las risas conforman de manera sutil este retrato sobre lo que ya no es.

Después de nosotros es un drama áspero sobre qué sucede cuando la pareja ya no es una, sino dos personas que quieren ir por separado pero todavía no saben cómo ni con qué. Lenta como toda agonía, triste como todo desamor, bello como la música de Bach que musicaliza algunas de las escenas más importantes. No recomendable ni para una primera cita, ni para una pareja en crisis; sí para quienes buscan que el cine los haga sentir y de un modo tan cercano que asusta.