Desertor

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

Llega a las salas de cine Desertor, una película del cordobés Pablo Brusa. Filmada íntegramente en Uspallata, mezcla de western moderno y terror psicológico.
La película nos presenta a Rafael Márquez (Santiago Racca), un suboficial que estudia enfermería en un regimiento. El joven debe convivir con el estigma de que su padre fue declarado desertor del ejército, luego de desaparecer sin dejar rastro alguno. Un día, una extraña mujer mapuche deja la mochila que perteneció al “traidor”. Luego de eso, el coronel Evaristo Santos (Marcelo Melingo), amigo de su padre, le confirmará la (supuesta) verdad: el hombre fue asesinado por un ermitaño que vive en el medio de la montaña.
Es así que, con gran sed de venganza, Rafael Márquez emprenderá un viaje hacia las montañas para dar con el paradero de este hombre. En el trayecto irá descubriendo que las cosas no son tal y como las imaginaba: sobrevivir en la inmensidad de las montañas, en el medio de la nada, es algo para pocos.

Los planos generales no sólo muestran la inmensidad y la belleza del lugar, sino que además remarcan la soledad del protagonista. Las montañas pasan a ser una suerte de personajes que marcarán parte del relato y del camino que transita Rafael Márquez. En determinado punto, alguien le advertirá el poder que tienen de volver loco a cualquiera. Es ahí donde se generará un quiebre en la trama, donde cada situación que se nos muestre nos hará cuestionarnos la cordura del joven militar.

Desertor, al comienzo, parece ser un drama más sobre un joven perseguido constantemente por la sombra de su padre, pero que busca alejarse de ese camino, aunque todos los indicios lo lleven a ser lo mismo. Aun así, la película irá volcándose lentamente hacia una especie de terror psicológico, donde reinará la paranoia, el miedo, la incertidumbre y el desconcierto. Nada parece ser lo que realmente se muestra. Estas inquietudes generarán un clima de tensión que permanecerá intacto hasta el último segundo.

Desertor también aprovecha la oportunidad para lanzar una crítica discreta (pero bastante directa) hacia el rol del Ejército y cómo algunas altos mandos suelen ejercer su poder de una forma violenta y arbitraria, como si tuviesen derecho a lo que se les dé la gana. En este contexto de injusticia, Pablo Brusa aprovecha para captar y dejar en evidencia el abandono, la discriminación y la violencia que sufren los pueblos aborígenes, marginados y olvidados por gran parte de la sociedad.

La película es impactante e imponente tanto desde un aspecto narrativo como visual. Constantemente nos traerá y llevará por diversos tipos de emociones y sensaciones. Dentro del relato no se olvida de hacer una crítica social hacia el rol de las Fuerzas Armadas y la violencia hacia los pueblos aborígenes.