Deseo de matar

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Lo nuevo de Eli Roth (escrita por Joe Carnahan) no es una de terror, como toda su filmografía anterior, sino una de acción, en este caso la remake de una película que se convirtió en saga después de los 70s, en este caso con Bruce Willis, uno de los actores más icónicos de este género, como protagonista principal.
En esta nueva versión, Nueva York se cambia por Chicago, una Chicago que parece de otra década, mucho más violenta que lo que indica los índices actuales.
Allí, Willis interpreta a un médico cirujano que se encarga de salvar vidas en una ciudad donde los tiroteos y los asaltos a mano armadas son cosa de todos los días. En la primera escena, el doctor no logra salvar a la víctima y sin embargo sigue con el paciente que le toca: el que terminó matando a la primera. “¿Ahora va a ir y salvarle la vida a su asesino?”, “Si puedo”, contesta él.
Es su oficio, su trabajo, y ése consiste en salvar vidas. El film se encarga de mostrar además que es un hombre de familia, parte de una sociedad muy bien acomodada. Junto a su mujer (Elizabeth Shue) y su hija (Camila Morrone en su debut cinematográfico, la modelo hija de Lucila Polak) tiene un hogar ejemplar.
La vida parece sonreírle. Pero en el día de su cumpleaños debe ir a cubrir una guardia de emergencia y esa noche que las deja sola, sufren un violento asalto.
Sin que la policía le brinde algo de información, mucho menos algo parecido a la justicia, sin poder descubrir quiénes fueron los responsables, es que a partir de ahora, el médico encargado de salvar vidas, se convierte en algo que se debate entre el héroe y un asesino a sangre fría según el público y los medios que cubren videos que se viralizan y lo muestran encapuchado, sin lograr identificar su identidad.
Porque si bien el film y el retrato de la ciudad tiene mucho de décadas pasadas, la tecnología está bien presente todo el tiempo para recordarnos que en realidad está situada en la más latente actualidad. En "Deseo de matar" se muestra lo fácil que es acceder a las armas en Norteamérica, e incluso aprender a través de internet a sacarle el mejor provecho.
Todo esto que sabemos que es real y es un actual problema, acá está narrado con un tono paródico que le resta seriedad –notarlo principalmente en las escenas en las que él asiste a una casa de armas para averiguar cómo puede hacer, nada más parecido al capítulo de Los Simpsons en el que Homero quiere comprar un arma para proteger a su familia-).
¿De qué lado está Eli Roth? Por lo visto del lado de los que creen que todo hogar necesita un arma para protegerse. En cuanto a los personajes, hay una construcción apenas correcta del protagonista y sus dos mujeres a las que falla en proteger (porque qué haríamos sin los hombres las mujeres y mejor ni analicemos la película desde ese lado), sin embargo, la construcción de los villanos, los delincuentes, es nula.
Lástima que Willis se encuentra en el momento más álgido de su inexpresividad, ya que su personaje al menos transita diferentes estadíos. Por ahí ronda también Vincent D'Onofrio como el hermano que siempre aparece para pedir dinero; su personaje es la sorpresa más agradable y fresca dentro del anodino reparto.
El director acá se aleja del cine de terror sólo lo que le es posible, porque aprovecha las escenas de muerte para meter mano y jugar con el gore y muertes que se suceden de maneras más inesperadas y originales que a mano de una simple bala. Es verdad que por algunos momentos "Deseo de matar" podría parecer tan mala que es buena, pero la mayor parte no.
Predecible, ridícula, poco inspirada y con un mensaje más que cuestionable, es un punto bajo de un director que aunque nunca haya logrado destacarse al menos ha sabido regalarnos algunos lindos momentos para los fanáticos del cine de terror. Acá no hay mucho para rescatar, quizás que al menos resulta divertida.