Trash: Desechos y esperanza

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Banal, superficial, irresponsable

Se ha dicho hasta el hartazgo, pero es que salta a la vista: hay muchos puntos de contacto entre Trash? y películas como Ciudad de Dios -también ambientada en Brasil- y Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser millonario? Todas tienen una visión banal y paternalista de la pobreza, buscan con insistencia el impacto emocional a través del subrayado permanente y son de un esteticismo irritante, sobre todo si se consideran los entornos en los que se desarrollan sus historias. El disparador de este largometraje del mismo director de Billy Elliot y Las horas -dos películas cuyo efectismo por lo menos estaba mucho más solapado- es parecido al de otro film latinoamericano pensado para el consumo for export, el suceso paraguayo 7 cajas: un protagonista joven que se ve envuelto en una trama peligrosa casi por casualidad y decide correr hacia adelante. En este caso, un chico que revuelve los desechos del título local en un enorme basural de Río de Janeiro encuentra una billetera convertida muy pronto en una auténtica caja de Pandora. Allí hay información que compromete seriamente a un político de alto rango, de modo que se desatará una feroz cacería para recuperarla, encabezada por un policía transformado en un despreciable villano sin un solo matiz. El grupo de niños que ese malo malísimo persigue está integrado por tres pequeños héroes que desentonarían menos en una tira de Cris Morena que en un relato de Dickens. Los paisajes castigados por la miseria aparecen filmados con criterios similares a los que se usan para promocionar una agencia de viajes. Y la política es apenas un territorio minado de oscuros intereses, traiciones y una corrupción sistemática que aplasta las buenas intenciones de dos sacrificados misioneros anglosajones (Martin Sheen y Rooney Mara).

Cuando ese político desalmado caiga en desgracia, lo sabremos gracias a la CNN, una cadena de noticias cuya neutralidad, claro, es proverbial. Y para cerrar la historia entra en escena una niña heredera de Highlander que se cuela en el guión por la ventana. Toda esa lógica superficial e irresponsable está sintetizada en una frase que intenta explicar la increíble aventura de estos tres niños que ponen en jaque a un poderoso enemigo popular y que se repite dos veces en la película. Es la que encierra su temperamento falso y bienpensante, primero pronunciada por ese pibito convertido en Superman por imperio de las circunstancias y después por la abnegada voluntaria yanqui con el correspondiente tono épico que exige el clima de fábula que se acentúa en el epílogo: "¿Por qué lo hicieron? Porque era lo correcto". No más preguntas.