Desde la oscuridad

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

América profunda.

La explotación de los recursos naturales de Latinoamérica ha sido y es un capítulo ominoso de la historia del continente. En Desde la Oscuridad, el primer largometraje del director catalán Lluís Quílez, se combinan elementos del drama social y del terror sobrenatural que mezclan la realidad con la magia, una marca registrada de los escritores y guionistas latinoamericanos desde Julio Cortázar y Gabriel García Márquez hasta Manuel Puig y Jorge Luis Borges.

En este género tan particular de realismo sobrenatural, en el que se destacan -entre otras- las películas del director mexicano Guillermo del Toro, El Espinazo del Diablo (2001) y El Laberinto del Fauno (2006), los guionistas Javier Gullón, David Pastor y Àlex Pastor idearon una historia alrededor de unos niños desaparecidos hace veinte años en circunstancias extrañas en un pueblo ficticio de Colombia, Santa Clara. Allí la leyenda reza que en la época del sojuzgamiento de los pueblos que habitaban el área, los conquistadores españoles secuestraron a los hijos de los pobladores para pedir un rescate en plata. Una vez entregada la plata, los españoles asesinaron a los niños encerrándolos en una iglesia que prendieron fuego.

En un comienzo cinematográfico extraordinario de gran tensión, un médico quema registros médicos de pacientes muy jóvenes en su casa en medio de la selva cuando escucha que alguien llama a la puerta. Al bajar los acontecimientos se precipitan hacia un terror sobrenatural en medio de una gran tormenta que asola la zona. Veinte años después una pareja se muda con su pequeña hija a la misma casa, propiedad de la compañía papelera que posee el empresario Jordan Harriman (Stephen Rea). Allí Sarah, la hija del susodicho, y Paul, su esposo, se aclimatan al calor latinoamericano tras su paso por Londres, pero pronto su hija se ve acosada por unos niños lacerados con la cara envuelta por trozos de tela.

A pesar de la gran escena del comienzo que hace pensar en una película electrizante de género, la historia nunca se define y tambalea entre el drama social y el temor a lo taumatúrgico. Desgraciadamente el principal culpable de los problemas que presenta el film es el director Quílez, quien no permite que los actores encuentren su lugar en la historia demostrando una pobre labor. A pesar de los problemas, por momentos la historia de Desde la Oscuridad logra opacar los errores del director para hacer convivir la herencia de la explotación y el saqueo, que los distintos países vienen realizando de los recursos del continente, con una especie de horror mágico pero cálido.

La mezcla de actores norteamericanos con colombianos tampoco logra un buen resultado, destacándose más la actuación de la actriz secundaria Vanesa Tamayo que la del elenco anglosajón. La película tampoco aprovecha la fotografía de las locaciones ni profundiza en las relaciones sociales, para finalmente quedarse en la superficie de la responsabilidad social como ideología de la superación de los errores del pasado. Aunque por momentos asoma un intento de construir otra película con otro ritmo y otro rumbo, todas estas características antes detalladas hacen del film una obra fallida y una verdadera oportunidad perdida de trabajar los mitos precolombinos con la herencia macabra de la conquista española y la posterior era de usufructo perverso del territorio por parte de todo aquel que -con capital y pocos escrúpulos- estuviera dispuesto a sojuzgar a una población pacífica.