Cuando las luces se apagan

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Llega una película de terror nacida de un corto amateur que te va a sacar las ganas de dormir.
En el año 2013 David F. Sandberg realizó junto a su esposa Lotta Losten un pequeño cortometraje de terror titulado “Lights Out” con apenas lo que tenían a mano y mucha imaginación.

El corto captó la atención de los festivales y pronto juntó un montón de visitas y likes en su página de YouTube llamando la atención de Hollywood, Warner Brothers y el productor James Wan (“El Conjuro”).

“Lights Out” juega con la vieja premisa del miedo a la oscuridad y lo que se esconde entre sus sombras. Convertir una historia de dos minutos y medio de duración en un largometraje no es tarea fácil, y un poco se nota la inexperiencia de Sandberg en la trama de “Cuando las Luces se Apagan” (Lights Out, 2016).

La película de terror, que costó unos cinco millones de dólares, es corta y concisa, sabe muy bien como manejar los climas, los espacios y alejarse de los convencionalismos tan comunes en el género de sustos. Ahí es donde reside su mayor acierto: en la mayoría de los casos, los protagonistas toman las decisiones acertadas.

El pequeño Martin (Gabriel Bateman) acaba de perder a su papá, y mamá Sophie (Maria Bello) no está en las mejores condiciones psicológicas. El nene no puede dormir y su hermanastra Rebecca (Teresa Palmer) decide dar una mano, pero pronto descubre que algunos de los miedos del pequeñín, y lo que ocurre en su casa, no son tan diferentes a las pesadillas que le tocaron vivir de chiquita.

Algo ocurre en el lugar y está relacionado con el pasado de Sophie. A pesar de sus reticencias, Rebecca se dispone a encontrar la verdad, aunque eso signifique hacerle frente a una oscura entidad que se hace presente, obviamente, cuando las luces se apagan.

Sandberg juega más que nada con la psicología de los personajes y la traslada al espectador que, por momentos, ya no sabe qué pensar con respecto a los protagonistas y sus encuentros con lo sobrenatural. Hasta ahí, todo bien. La construcción de la atmósfera es impecable y hasta se anima a salir de la “casa embrujada” y romper las convenciones del género.

El problema pasa por la resolución del conflicto y todas sus explicaciones, un tanto apresuradas en comparación al resto. Ahí es donde más se notan las fallas de este director debutante que pronto seguirá en carrera con “Annabelle 2” (2017).

A pesar de ello, estamos ante un buen producto de terror de esos que escasean hoy en día y, al igual que “El Conjuro” (The Conjuring, 2013) y su secuela, intenta rescatar lo más clásico del género y adaptarlo a nuestros tiempos narrativos. Acá no hay grandes efectos, ni sangre por todos lados, hay una atmósfera que se va construyendo de a poco gracias a sus personajes (y la buena actuación de los actores) y sus circunstancias.

Todo pasa por los pequeños detalles, aunque no siempre funcionan. El director y el guionista Eric Heisserer no pueden evitar algunos lugares comunes, y ese redondeo que le falta a la trama, es lo que aleja a “Cuando las Luces se Apagan” del Olimpo de las grandes películas del terror, aunque sus intenciones son muy, pero muy buenas.