Cry Macho

Crítica de Quintín - A Sala Llena

PLACERES CREPUSCULARES

Leí que la última película de Eastwood era mala porque estaba llena de errores. También leí que era buena a pesar de sus errores. Supongo que habrá alguien que diga que no tiene errores. Pero creo que es un error hablar de los errores de Cry Macho. Los errores suponen un desvío en relación con un determinado patrón. ¿Pero Alguien escuchó hablar de los errores de una película de Godard? La respuesta es obviamente negativa: gusten o no, jamás se le atribuyen a Godard esos desvíos, no se dice que falló una actuación o la fotografía, el montaje o la verosimilitud. Etcétera. Y eso ocurre porque Godard no es un cineasta normal, sino uno que establece los parámetros que rigen su cine a medida que filma y no su adecuación a un molde.

Eastwood es la misma clase de cineasta que Godard, solo que no es tan obvio que lo sea. No es francés sino americano, no es un cineasta radical sino un director de la industria, pero las películas de Eastwood son acaso menos parecidas entre sí, más imprevisibles y más libres que las de Godard. Hay pocos cineastas que hagan lo que quieren de un modo tan olímpico e incluso que se pueda predicar que sus películas son suyas. Eastwood filma rápido, rechaza los adornos y su mirada llama menos la atención sobre el mundo que sobre el hecho de que, detrás de la cámara, hay alguien que está mirando el mundo. Esa manera es personal e irreductible a un dogma, una moraleja, una filiación política, un uso de la técnica y menos aun a lo que se conoce como “contar historias”. Dicho de otro modo, Eastwood es un autor. Como Godard y unos pocos más (pero elegimos a uno que nació el mismo año). Por eso, porque Eastwood es un autor, es muy raro que aun quienes eligen denostar Cry Macho frente al resto de su filmografía, hayan elogiado especialmente en el cine de Eastwood la fotografía, el montaje, las actuaciones, el guión, el suspenso, o la ingeniosidad del relato. Ni siquiera la música, que es algo que a Eastwood le interesa especialmente (como a Godard): porque la música está en otra parte. Y Cry Macho es un perfecto ejemplo de que no es la técnica ni el virtuosismo lo que cuentan en su cine sino el placer. Pocos cineastas contemporáneos son capaces de reflejar ese placer y de compartirlo con el espectador. Y el placer está en proporción directa con la libertad, es decir con la liberadora certidumbre de que el cine está más allá de sus piezas, de las reglas que, desde cierta perspectiva pedagógica, algunos críticos consideran como lo cinematográficamente correcto.

Cry Macho es, como todas las películas de Eastwood, un caso particular. Es decir, una película que tiene sus peculiaridades. Una es que se filmó durante la pandemia y eso enrarece los espacios y los movimientos, como para que no haya mucha gente en una locación (incluido el personal técnico) ni mucho contacto en los pocos espacios cerrados. Filmada en Nuevo México, simula transcurrir casi enteramente del otro lado de la frontera pero la Ciudad de México, por ejemplo, se reduce a un caserón campestre amplio, con habitaciones enormes, y un rarísimo ruedo en el que pelean gallos, aunque los participantes humanos están muy separados. La mayoría de las escenas parecen construidas a partir de esa utilización del espacio.

Otra característica de Cry Macho es que se basa en la novela homónima escrita por Richard Nash. Eastwood ha utilizado más de una vez material literario para sus películas y me gustaría recordar el caso de Los puentes de Madison, donde el original era infumable y la película una maravilla. Pero ciertos momentos del libro no dejaban de emerger como fantasmas en la película, como si el film tuviera otro debajo como los cuadros que no ocultan del todo una obra previa. No leí el original de Nash, del que la película se aparta según la sinopsis, pero los personajes son más o menos los mismos y en el centro del relato está el viaje a México de un vaquero para traer al hijo de su patrón. Eastwood procede como hizo siempre: elige un tema porque ve allí una película y sigue el esquema del libro (o de un guión ajeno, lo mismo da), pero es apenas una referencia para lo que quiere hacer. Así, el guión funciona como un telón de fondo de un espacio y un tiempo que constituyen el núcleo del film, su materia autoral por así decirlo, como si invirtiera el lugar que el escenario y el guión ocupan en el cine convencional. Y otra cosa que suele hacer Eastwood (y en Cry Macho lo hace de un modo magistral) es estirar o acortar el tiempo de las escenas siguiendo su pulso de gran cineasta. Esa es la sabiduría de Eastwood como director que filma casi siempre tomas únicas cuya duración es el secreto de su placer y del nuestro.

Son las cosas que sabe hacer Eastwood, son las cosas que aprendió a lo largo del camino como dice su personaje Mike Milo cuando le preguntan dónde aprendió el lenguaje de señas de los sordos. Milo sabe domar caballos, cocinar, curar animales, dormir a la intemperie: son las huellas que deja la vida junto con la dificultad para caminar y la tozudez. Cry Macho participa de varios géneros: la road movie, el buddy-buddy, la historia de iniciación, el film de choques culturales la épica de la frontera, (hasta creí ver en ella una velada refutación de alguna novela de Cormac McCarthy), pero esas filiaciones son superficiales, una referencia más, porque hace mucho que Eastwood no hace un cine de género, ni tampoco hace cine de Hollywood (si es que alguna vez lo hizo). Es hora de repetirlo, pero viene al caso: a Eastwood no le importa la psicología del patrón que lo despide pero lo ayuda, o las disputas entre ese personaje y su mujer. Son tenues puntos de apoyo para que la narración se acelere y se detenga donde el director quiere.

Y en Cry Macho, Eastwood se detiene en dos cuestiones. Una son los animales: Como Hatari de Hawks o India de Rossellini, Cry Macho es una gran película de animales, aunque el reparto está compuesto de caballos, cerdos, perros, ovejas, bichos mucho menos glamorosos que las jirafas o los elefantes. Y, además, esta es la mejor actuación de un gallo en la historia del cine. Un gallo que se sienta a la mesa con los personajes humanos, un gallo que salva heroicamente a los protagonistas con su intrépida intervención, un gallo que pauta simbólicamente el intercambio afectivo entre Milo el viejo y Rafo el adolescente. La otra cuestión en la que Eastwood se detiene es el romance otoñal entre Milo y Marta, la encantadora mujer con cuatro nietas que regentea la cantina en la que la permanece película durante la parte más emotiva de su metraje. La relación de Milo con Marta es más que un romance: es el hogar al que nunca es tarde para llegar como dice la canción del título. Pero también un lugar propicio para despedirse, para bailar al compás de Eydie Gormé y Los Panchos el bolero que dice: “Pasarán más de mil años, muchos más / Yo no sé si tenga amor la eternidad”. Creo que a los noventa y un años, Eastwood se regala un cuento de hadas y piensa en un mundo que queda más allá de la materia mientras nosotros pensamos si no estamos viendo su última película

Tal vez por eso Cry Macho tiene ese aire tenue, distendido, en el que importan menos que nunca los géneros, los actos, los conflictos, las motivaciones, las justificaciones, las líneas de diálogo. Solo cuentan el placer y la paz: el del director, el de los personajes, el de los animales, el del paisaje árido y el camino polvoriento. Todo lo contrario del éxito y la gloria, “estúpidos y sobrevalorados”. Nada es ostensible, espectacular, truculento en Cry Macho y lo único incurable, como le susurra Mike a Rafo cuando le llevan el perro de la mujer del policía, es la vejez. Pero las palabras que se pronuncian en la película contribuyen, sobre todo, para confirmar que no hay ciencia más inútil que la dramaturgia. Una de las muestras del virtuosismo secreto de Eastwood es el uso que hace de la traducción. Se supone que Milo solo habla inglés y, como Rafo es bilingüe, debe traducir al español lo que dice el gringo y al inglés lo que dicen los personajes mexicanos. Pero en las escenas entre Milo y Marta, Rafo traduce las obviedades y Marta entiende todo. Unas escenas más tarde, vemos a Milo contándole cuentos en español a las nietas de Marta. Pero la traducción (optativa o innecesaria) se usa como otro recurso para hacer las escenas más cortas o más largas, para hacerlas más amables y emotivas.

Película que se ríe de los géneros, que usa un ave de corral como estrella, que transcurre en el terreno de Nunca Jamás, Cry Macho es luminosa, frágil y un poco triste, como corresponde a la felicidad de los viejos.