Cry Macho

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Las lágrimas de un cowboy

Ya desde fines de los años ochenta Clint Eastwood había demostrado interés en la adaptación de la cautivadora novela de N. Richard Nash, Cry Macho (1975), que el autor había concebido como un guión para luego transformar en novela tras varios rechazos por parte de productoras que finalmente le compraron el mismo guión que éste había presentado debido al éxito de la obra literaria. A lo largo de los años varios productores y directores intentaron llevar al cine el trabajo de Nash pero todas las tentativas terminaron en cancelaciones por diversos y disímiles motivos.

Aquí, Clint Eastwood, a sus 91 años emprende nuevamente la dirección de un film que también protagoniza y produce, regresando a uno de sus géneros favoritos, el western tardío, en una road movie de autodescubrimiento y sanación por parte de un hombre mayor que viaja con un adolescente rebelde que debe llevar con su padre desde Ciudad de México a Estados Unidos en una travesía llena de contratiempos.

Mike Milo (Clint Eastwood) es una estrella del rodeo ya retirada después de un terrible accidente, un verdadero y anciano cowboy deprimido por la muerte de su esposa e hijo hace ya varios años, que trabaja para un amigo, empresario que se dedica a criar caballos y ganado en su amplio rancho en Texas, personaje interpretado por Dwight Yoakam. Después de despedirlo por su ineptitud a lo largo de los últimos años en su labor de criar a los caballos para el rodeo y no sin antes recordarle los favores que le hizo a lo largo del tiempo, el empresario le solicita a Mike que vaya a buscar a su hijo adolescente a México para traerlo a Texas a vivir con él, dado que ha recibido información de que el chico ha sido víctima de abusos en el hogar materno, una imponente mansión en plena Ciudad de México. El cowboy encuentra fácilmente al adolescente, Rafael (Eduado Minett), que vive en las calles para escapar de los abusos de la casa materna, en una pelea de gallos, garito que el chico frecuenta con su ave, Macho. Contra la voluntad de su madre, Mike convence a Rafa de que se embarque en su periplo a Estados Unidos junto a su gallo de pelea para vivir con su padre, pero la progenitora, interpretada por Fernanda Urrejola, envía a uno de sus guardaespaldas a seguirlos para impedirlo.

En el camino Mike y Rafa se convertirán en amigos, encontrarán el amor y se transformarán durante algunos meses en una familia en un pequeño pueblo mexicano donde el adolescente aprenderá a montar y Mike a valorar su vida mientras se esconden de la policía y de los secuaces de la madre del preadolescente de trece años.

El nonagenario Clint Eastwood vuelve a ofrecer aquí una actuación inolvidable, llena de frases y anécdotas de un personaje entrañable, para reflexionar sobre la vejez como una etapa de la vida que es necesario aprender a disfrutar, fase en la cual los personajes mayores suelen dedicar mucho tiempo a lamentarse y a cuestionarse las malas decisiones tomadas en el pasado que los atormentan en el presente.

El guionista Nick Schenk, que ya había adaptado las historias de Gran Torino (2008) y La Mula (The Mule, 2018) para Clint Eastwood, retoma el trabajo de N. Richard Nash, ambientado en la segunda mitad de la década del setenta, con un resultado desparejo, diálogos poco creíbles y situaciones no muy bien desarrolladas ni aprovechadas en un film demasiado dependiente de la figura del protagonista de Por unos Dólares Más (Per qualche Dollaro in Più, 1965), película dirigida por el genial Sergio Leone.

Cry Macho (2021) es un film paulatino en el que la narración va tomando color a medida que avanza, con un principio un tanto insulso y poco atractivo, con un personaje principal que de a poco va dejando su pose masculina para dejar entrever su sensibilidad. El viaje de aprendizaje se convierte en una odisea romántica que regresa a la carretera para convertirse en una película de acción en una extraña combinación no del todo bien resuelta pero que Eastwood lleva con su carisma eterno y su frente en alto para decir que los cowboys también lloran y que no hay cura para la vejez.

La nueva obra de Eastwood hace discutir a dos generaciones para que converjan en un retrato conjunto, dejando entrever que las fases de la vida se asemejan y que muchas veces la juventud y los mayores suelen ser espejos en los cuales podemos mirar hacia dónde vamos, en qué nos hemos convertido o qué queremos ser. Clint Eastwood elude las complicaciones para simplificar las dicotomías intencionalmente, buscando en la simpleza de un tamal o en un baile o una cena en familia momentos en los cuales la vida puede cambiar y la angustia dejar paso a la felicidad. En el pequeño pueblo, perseguidos y atrapados, Mike y Rafa encuentran su lugar en el mundo, un sitio al que no pertenecen, del que saben que se deben ir pero en el cual se descubren a sí mismos y encuentran y recuperan la felicidad.

Tanto Dwight Yoakam como Eduardo Minett ofrecen actuaciones deslucidas, especialmente cuando se los compara con el carismático Eastwood. Natalia Traven, como la dueña de una fonda que se enamora de Mike, Marta, cumple bastante mejor en su papel, al igual que Fernanda Urrejola como la acaudalada madre de Rafael, en un rol demasiado exagerado, y Horacio García Rojas como el guardaespaldas de la madre que sigue a Mike y al joven, ya en un secundario más convencional.

No sin un dejo de caricatura, Eastwood se despacha contra los oficiales de frontera, los comisarios apuntados por sus parientes y la inmoral clase alta mexicana denunciando la corrupción moral que reina en México y reivindicando la dignidad del trabajador y el pequeño emprendedor que lucha por su parcela para ganarse el sustento.

Cry Macho es un regreso sin gloria que no cuadra del todo con el estilo clasicista de Eastwood y que no siempre logra el tono que pretende pero que demuestra una vez más que el director de Río Místico (Mystic River, 2003) siempre tiene algo importante para decir sobre el presente, aunque a no todos les guste.