Crónicas de un affair

Crítica de Pablo De Vita - La Nación

Una delicada y memorable seducción a la francesa

El film de Emmanuel Mouret narra la relación de una irrefrenable madre soltera con un reprimido hombre casado; la enorme química de sus protagonistas y la sensibilidad no exenta de humor con la que se cuenta la historia refrendan las virtudes que el director había mostrado en su película Las cosas que decimos, las cosas que hacemos

Todo comienza un viernes 28 de febrero cuando en un bar, un hombre y una mujer se encuentran y conversan sobre un beso fugaz que ocurrió en una fiesta y el deseo irresistible que los envolvía entonces y en ese reencuentro furtivo. Él es un hombre casado y ella, una madre soltera que no reprime sus deseos cuando se produce la atracción y la “sincronía” -como dice ella- y que para él, llamado Simon no deja de ser un salto al vacío. Pese a todos los reparos y devaneos, Simon acompaña a Charlotte a su casa.

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Así comienza el vínculo entre ellos y una historia que pareciera solo ser un instante fugaz, pero la inteligencia del cine de Emmanuel Mouret –conocido en nuestro país recientemente por Las cosas que decimos, las cosas que hacemos– es expandir lo trivial a un análisis de las relaciones afectivas desde la óptica de la inteligente comedia romántica. Aquella que Eric Rohmer o Woody Allen cultivaron con infinita sensibilidad, humor y claridad conceptual. La relación de la irrefrenable Charlotte y del acomplejado -y complejo- Simon sirve al director para desarrollar un guion brillante que se explicita en los largos parlamentos que -en otras manos- pudieran ser un pasaporte al tedio y aquí resultan una hermosa experiencia sustentada en la química y la extraordinaria solvencia actoral del dúo protagónico. Ella separada hace años, él casado hace dos décadas.

Mouret continúa explorando los vínculos sentimentales que son la base de su filmografia de la mano de sus actores-fetiche y el resultado -mientras avanza el calendario de esta relación de sexo ocasional hasta que todo se complica- es, si bien esperable, sencillamente encantador. Consigue como pocos realizar una película “tan a la francesa” del affaire amoroso pero, sin embargo, tan personal, tan lúdica y entusiasta, que así se permite una nueva marca muy personal dentro del nutrido universo de este tipo de historias para el cine de su país

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¿El amor puede sobrevivir a la dicha? parece preguntarse Emmanuel Mouret en clave “proustiana” frente al fracaso sentimental y al vacío de la existencia. Pero la reflexión, de naturaleza filosófica, se encuentra presentada en sutiles metáforas, en simpáticas situaciones, y en conversaciones que nutren el pensamiento, a veces luminoso y otras melancólico, sobre la verdadera naturaleza del amor. Así, regala al espectador un momento donde todo se va develando de manera sensible -sin efectismos ni golpes bajos- para quien esta sentado en la butaca, en sintonía con esos personajes que juegan una coreografía verbal propia de la labor de aquellos grandes maestros de la pantalla.