Crónicas de un affair

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La nueva película del director y guionista francés Emmanuel Mouret es una delicada comedia romántica que gira en torno a la infidelidad pero la aborda de un modo diferente al que se acostumbra. Sin lugares comunes, con sorpresas y una impresionante química entre sus dos protagonistas, Crónicas de un affair es una exquisita propuesta de la cartelera.
Charlotte y Simon acaban de conocerse y ella no vacila en hacerle saber que está interesada en él. Pero él está casado hace veinte años y nunca le fue infiel a su mujer. Aun así decide irse aquella noche al departamento de Charlotte y pasan una agradable velada. Simon no le promete nada y ella no parece esperar que él lo haga, entiende muy bien las reglas del juego. A partir de ese momento, seguirán viéndose y la película, como el título lo indica, se encarga de mostrarnos cada uno de estos encuentros, a veces muy seguidos entre sí, otros con varias semanas de por medio.
Con una puesta en escena tradicional, sin grandes artilugios pero un cuidado uso de los planos, tanto abiertos como los más cerrados, algún travelling imprescindible en el momento adecuado le aporta un estilo naturalista. Los talentosos Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne dan vida a dos personas que encuentran en el otro algo que les hace bien. Entre escenas muy dialogadas pero también miradas o gestos silenciosos, ellos dos debaten sobre las relaciones, las ideas de infidelidad, las vidas armadas. Pero todos estos temas se abordan de un modo natural y sin apelar a lugares comunes. Cuando un triángulo cobra forma para desestabilizar la relación que sentían tan agradable, no es para nada del tipo de triángulo que una podría haberse imaginado al empezar la película, con la historia entre una madre soltera y el hombre casado.
Charlotte se presenta como una mujer frontal, directa, sin temor a rodeos y también muy segura de lo que quiere. Y no le importa que el hombre con el que pasa tantos momentos agradables luego vuelva a la casa de su mujer. Es más, bromea con que a la larga es mejor ser amante porque así una sabe que es la más deseada. En cambio, Simon es el que duda muchas veces, se hace preguntas que no siempre se anima a verbalizar y sin embargo se deja llevar por lo que Charlotte propone, porque le abre las puertas a un mundo que antes no parecía ser para él.
La confianza y libertad de Charlotte contra la ternura, introversión y hasta los miedos de Simon, se complementan muy bien en esta seguidilla de escenas que no hacen más que retratar una relación amorosa. Porque una historia de amor no necesariamente tiene que incluir grandes promesas, actos heroicos, ni mucho menos anillos de bodas y promesas de embarazo. La historia de amor que se nos impregna es la que creció a partir de pequeños detalles: de una caricia en el momento adecuado, de las manos que se agarran y transmiten seguridad, de una cabeza apoyada sobre un hombro. En fin, la intimidad.
Claro que la película se nota muy influenciada por el cine de Eric Rohmer. También es difícil no pensar en Woody Allen, en especial con su nervioso protagonista masculino. En el medio, Mouret consigue hacer sentir a su película honesta, transparente. Y todo esto con un tratamiento de la infidelidad fresco y lejos de juicios que a esta altura suenan anticuados, porque en realidad lo que interesa es el modo de vincularnos entre adultos. Porque acá estamos ante una historia de amor pero también de deseo, dos sentimientos que no siempre van de la mano y que son igual de poderosos por sí mismos.
Crónicas de un affair resulta en una divertida y encantadora historia de amor, de esas a las que no se le suelen dedicar demasiado espacio. Y lo hace con cierto aura lúdico que le termina de impregnar su magia.