Crímenes y virtudes

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Producción heredera directa de “Historias cruzadas” (2004), la ganadora del premio “Oscar” de la academia de Hollywood, todo transcurría en Los Ángeles. Ahora en versión New York, donde lo coloquial se transforma en discurso filosófico.
La historia abre con una escena que luego, sobre el final, retomará para dar lugar a una explicación innecesaria.
Walter Zarrow (Sam Waterson) está regresando a su casa, compra un ramo de flores, tiene un encuentro casual con gente, todo narrado sin dialogo, sólo con música empática que le da cierto candor a la imagen.
Se produce un retorno temporal y vemos a Walter despidiéndose de sus alumnos universitarios luego de 34 años de docencia, profesor de filosofía, con un discurso bastante nihilista. Eso se refleja a lo largo de toda la proyección
Historias de personas que se cruzan en una ciudad deprimente y depresiva en que el contacto humano parece haberse perdido. Esa es la mirada del director, pero, de lo particular a lo general, sin procesamiento alguno, como si cada uno fuese fiel reflejo del todo.
Nos encontramos con Sophie (Kristen Stewart), una joven estudiante, inteligente, brillante, que se interroga sobre los mismos conceptos, no encontrando respuestas a la insensibilidad, acudiendo a su propio cuerpo para tener algún tipo de sensación, sentido, darse existencia.
En esa misma realidad se encuentran los otros personajes, demasiados, vidas perdidas, drogas, violencia, enfermedades varias, hasta un dejo de discriminación y miedo. Maridos con amantes, esposas despechadas que se vuelcan al alcohol, hijos a la deriva, adolescentes, hermanos entre si, olvidados por sus padres, consumidores de marihuana y discutiendo sobre el sentido o no de la vida. Todo en un contexto de “Filosofia en el tocador” (Marques de Sade), elegante pero sin la profundidad del escritor fancés.
Posiblemente el más rico de los personajes sea Joe (K.Todd Freeman), un adicto al crack que ha perdido el rumbo mientras su amigo del alma desde la infancia, Parnell (Rob Morgan), es un reconocido abogado.
Todo huele a demasiado pretencioso en un filme que no deja de ser calido, que se deja ver, hasta seduce más que atrapa.
El mismo director se guarda un personaje para si, hijo de Marcia (Glen Close) y el mismísimo profesor, marido de una mujer con posibilidad de estar circulando por una enfermedad terminal todavía sin diagnostico.
Demasiados temas y circunstancia en muchos personajes que no terminan de desarrollarse lo suficiente como para darle carnadura a los mismos. A medida que avanza el relato, se torna más insustancial y previsible. Sin embargo, y pese al poco tiempo en pantalla, Kristen Stewart compone de maravilla su personaje, quizás lo mejor del filme.
Todas las actuaciones son de un nivel superlativo, creíbles, salvo Sam Waterson que tiene durante todo el proceso sólo dos rostros, sonríe o no, y una sola mirada.
Luego de ese retorno a un tiempo anterior, el clásico flash back, la cinta transita por una estructura lineal, progresiva, casi una circulación con destino de tragedia, que nos anticiparon el final al principio, pero todavía quedaba lugar para un par de golpes bajos, con música en piano, para ser más redundante la empatía.
Si la idea era ir tras nominaciones de la academia, por ahí lo logra la joven que dejo de ser una promesa, pues ya es una realidad.
Nada sería tan grave si la película no intentara sostenerse como un “Resumen Leru” de filosofía para principiantes, en el que cada personaje estuviera yendo al compás del monologo del profesor y los espectadores se preguntaran sobre que tanto habló.
Demasiado pretenciosa, de resultado vacuo, aunque se deja ver.